Las islas del poder
Dicen que el otoño se ha iniciado caluroso y acabará más. Veremos. También en León, cuya reciente historia política es realmente poco o nada ejemplar, llena de prepotencias, silencios y traiciones. A nivel del Estado, ya no se sabe dónde empieza y acaba el hilo —la maroma más bien— de la corrupción, síntoma de una democracia poco madura y frágil, de una clara indolencia democrática y de una más que evidente endogamia. Asusta pensar que los partidos no son cauce de participación, sino entes confusos que mantienen empleos de calidad y privilegio en el contexto del país, donde difícilmente caben las ideas, sí la obediencia ciega y el aplauso que permita seguir saliendo en la foto. ¿Cómo se explican si no, y apenas son un par de ejemplos, que diputados y senadores de fuera de Madrid sigan cobrando las dietas por desplazamiento en períodos vacacionales? ¿O que algunos reciban cantidades vergonzosas en concepto de pensión compensatoria? Una vergüenza detrás de otra ¿Quiénes son más que el resto de la ciudadanía? Se defienden con ataques apocalípticos contra unos, achacando todos los males a otros, hablando de sí mismos como mesías salvadores, mintiendo compulsivamente sin reflexionar quizás que la mentira es un atentado contra la libertad de las personas.
Así nacen las islas del poder. La sociedad va por delante de la política en el deseo de soluciones reales y justas. Por eso se atrincheran, se aíslan cada vez más. En el pequeño y poderoso conjunto de islotes se orientan los circuitos del poder, con la aplicación sin escrúpulos de duras políticas neoliberales que solo parecen generar deterioro y empobrecimiento. Ellos están a salvo, recorriendo, en todo caso, los frágiles puentes que unen sus pequeñas islas. Pero islas al fin y al cabo. Por eso quizá no entiendan que está llegando el tiempo de los ciudadanos de a pie, a los que tanto apelan desde la distancia que no comprenden y de los que tanto se mofan. El cansancio ha de traer nuevos tiempos y nuevas formas.
El día 23 de marzo del año 1914 Ortega y Gasset pronunció en Madrid una conferencia sobre Vieja y nueva política, en la que habló de que «sobreviven dos Españas que viven juntas y que son perfectamente extrañas». No son pocos los que interpretan hoy esta dualidad como la de los políticos y la de los ciudadanos, cada vez más distantes y distintas. Una está en la brega de la calle. Otra, en pequeñas islas alejadas de la bravura de las olas. Para pensar. Sin distinciones.