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HOJAS DE CHOPO ALFONSO GARCÍA
León

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L os nombres propios también marcan tendencia. Y cómo. Hasta el punto de que el INE se preocupa del asunto. Dada la originalidad, la exclusividad incluso que buscan algunos progenitores, amparados, lógicamente, en la simple y legítima voluntad, el tema no parece menor especialmente en los ámbitos más cercanos a la nueva criatura. Con la lógica variación y variedad registradas en los diversos territorios, parece ser que, entre nosotros, los preferidos de los últimos tiempos son Daniel y Lucía. Siguen los gustos, en el caso de los masculinos, por Hugo, Pablo, Alejandro y Diego. Si hablamos de femeninos, Paula, Daniela, Carla y Valeria. José, María y los compuestos van perdiendo fuelle.

Viene estoy hoy a cuento por las esquelas, cuyo análisis representa contenidos sociales de valor nada despreciable, al margen del valor puramente informativo que puede alertarnos sobre algunas pérdidas. En el campo puramente anecdótico, o no tanto, se constata que, con la desaparición generacional desaparecen nombres que hoy están fuera del circuito. He anotado algunos durante los últimos diez meses aparecidos en las necrológicas de este periódico. Tomen nota alfabética: Abundia, Adelfina, Adelia, Adonina, Agripina, Alcides, Araminda, Arecio, Aser, Atalas, Audelina, Benicia, Bonitila, Celerino, Consili, Coronación, Corsina, Dativo, Dictino, Dioniria, Domitilo, Edesia, Edilia, Eleuteria, Elicia, Elit, Eresvita, Erótida, Erundina, Ervigia, Estilita, Estudita, Eustoquia, Evelina, Exiquio, Fabriciano, Faustiniana, Felicia, Flaminio, Frigdiano, Fuensanta, Germana, Germelina, Godofredo, Herminda, Hieronímides, Jovita, Leonida, Leonilda, Leonisa, Ligidia, Lucercita, Lucinda, Luzgerica, Marcionila, Marilines, Melbo, Natalio, Octovila, Orencio, Orlanda, Orosia, Perdisvinda, Posidio, Priscila, Quintilio, Quirino, Rolindes, Semi, Sénida, Servideo, Sisinia, Tarsila, Tenebrina, Tosa, Ulpiano, Ursicinio, Versita, Zósima.

Es verdad que el nombre, como el hábito, no hace ni al monje ni al ciudadano Ni muchísimo menos. Los nombres propios responden a circunstancias históricas, religiosas, familiares, aunque parezcan inexplicables o sus razones estén enredadas en los vericuetos más personales de una tradición o una costumbre que la mayoría no alcanzamos a comprender. O en caprichos y apuestas. De cualquier forma, quede también la pequeña lista disponible como sugerencia por si algún progenitor está dispuesto a cambiar la tendencia del momento. Quién sabe.

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