TRIBUNA
A vueltas con el callejero
L a mayoría de los políticos españoles, cualquiera que sea su ideología, en cuanto alcanzan el gobierno nacional o municipal parecen no tener preocupación más urgente e importante que la de renovar el callejero, teniéndoles sin cuidado tanto la opinión pública como el trastorno que ello supone para los vecinos afectados. Y casi siempre procurando con ello arrimar el ascua a la sardina política más acorde con sus preferencias.
Y así en el caso concreto de León encontramos nombres en su callejero que rozan el esperpento. Desde personas desconocidas para la gran mayoría y de quienes no se recuerda otra gran obra a favor de la ciudad que la de haber tenido la desgracia de morirse, hasta el de quien apenas tuvo tiempo de estrenar la alcaldía al comprobarse que se habia cometido un error en el escrutinio de los votos. Parece como si la memoria histórica de los gobernantes según su conveniencia tuviese sospechosas lagunas. Con estos vaivenes lo que están consiguiendo es que el ciudadano que los sufre piense que lo mejor para todos sería desistir para siempre de perpetuar a los políticos, que al fin y al cabo no hacen sino cumplir con su deber como el resto de los ciudadanos y a veces, tambien como algunos de ellos, desacreditar con su comportamento el buen nombre de la ciudad.
Es claro que cada cual tiene sus preferencias y es posible que nunca alcancemos la unanimidad al elegir los nombres de leoneses que con su trabajo y ejemplo fueron admirados y reconocidos en cuantos lugares proclamaron con orgullo su procedencia. En mi caso concreto y sin otro aval que el de viejo periodista, celoso vigilante que procuré ser de la actualidad leonesa de los últimos cincuenta años, me vienen a la memoria los nombres de numerosos leoneses de toda clase y condición, ninguno de ellos político, con quienes quizás no hayamos sido todo lo justos que debiéramos a la hora de reivindicar las memorias históricas que nos han ordenado actualizar.
De los varios ejemplos que podría enumerar quisiera destacar hoy de manera especial al almirante Gonzalo Rodríguez Martín-Granizo, quien llegó a estar al frente de la Flota española, lo que no deja de sorprender en hombre tan de tierra adentro, y más tarde nombrado jefe del Estado Mayor de la Defensa y por tanto al mando de los tres ejércitos, en cuyo mandato le sorprendió la muerte. Aquí en León, en el panteón familiar fue enterrado con los máximos honores militares desfilando ante su féretro, en la puerta del cementerio de Puentre Castro y ante cientos de leoneses, unidades de los tres ejércitos.
En el colegio de los Agustinos había estudiado el bachillerato y a León acudía siempre que se le presentaba ocasión. Con sus antiguos compañeros de curso, siendo ya almirante, celebró las bodas de oro de su ingreso en el colegio. Y atendiendo la petición de la Cofradía de Minerva y Veracruz envió en Semana Santa una compañía de la Armada para dar mayor realce a su procesión del Viernes Santo. Elegido en su día Leonés del Año lo que le produjo, según sus propias palabras, una de las mayores alegrías de su vida, su repentina muerte le impidió llevar a cabo su anhelado proyecto de celebrar en León el Día de las Fuerzas Armadas, lo que años más tarde llevaría a cabo otro leonés, José Antonio Alonso, siendo ministro de Defensa
Pero lo más llamativo fue que en sus diferentes destinos al mando de los buques de la Armada advirtió que la mayor parte de los suboficiales con quienes compartía misiones eran leoneses, concretamente de Alija del Infantado. Casi medio centenar llegó a contabilizar en aquellos años, lo que convertía al pueblo leonés en el lugar de España que, en proporción, mayor número de hombres aportaba a la Armada y siempre con hojas de servicio intachables. Y orden suya fue la de levantar el monumento, con una enorme ancla, que en Alija del Infantado perpetúa el reconocimiento de la Marina española, y cuya solemne inauguración vivió con emoción toda la provincia, desde entonces y para siempre hermanada con su Armada.