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TRIBUNA

Las agudas espinas de la ‘dis-cordia’

Publicado por
EUGENIO GONZÁLEZ NÚÑEZ UNIVERSIDAD DE UMKC. MISOURI-KANSAS CITY (USA)
León

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F ue en Salamanca, inicios del último tercio del siglo pasado, cuando uno de mis profesores, no el favorito, repetía contrariado y con harta frecuencia, ‘voy a sacarme una espina’ y decirles toda la verdad sobre este escabroso tema.

Cansados de la frasecita, uno de mis compañeros, una mañana fría del invierno charro, y a bocajarro, casi de sopetón, se atrevió a mirarle y le sorprendió. Profesor ¿se puede saber en qué desdichado zarzal ha caído usted para que todos los días tenga que sacarse una nueva espina? La cara destemplada de aquellos adustos profesores —al uso de tiempos malos —, tomó aspecto de ogro asesino y fue el silencio toda su elocuente respuesta. Nada nuevo para aquellos tiempos de ‘magisterio’ infalible de algunas ‘vacas sagradas’ hablando siempre ex cátedra y a espaldas del respetable público de insumisos, pero casi mudos estudiantes.

Así de asombrados andamos ahora los ciudadanos de a pie, cuando desde la política vemos a nuestros representantes cobrar, vivir, retozar y jugar con el pueblo, enzarzados como ovejas primerizas en los zarzales de dos más que respetables elecciones, y con visos de llegar a la tercera, sin esperanzas, claro está, de que a la tercera vaya la vencida y se suelten del dichoso zarzal en el que andan metidos.

¿Con su actitud no estarán ustedes acusando al pueblo de que no sabe votar, y por ello, nosotros, los entendidos, los preparados, los elegidos, debemos darle al sufrido hombre de a pie una nueva oportunidad, diciéndose para sus conflictivos adentros? A ver ahora, querido pueblo, a ver si en Navidad, a la tercera, se esmeran ustedes un poquito más y lo hacen mejor, porque ¡vamos, ni que fueran ciegos...!

Como español sin derecho a voto, y sin dejar de interesarme, muy mucho, las cosas serias de la madre patria y el bienestar de todos mis paisanos, hoy, lejano en millas, que no en sentimientos, a los dirigentes de los partidos políticos, viejos y nuevos, les pregunto. ¿Señores padres de la patria, en qué zarzales han caído ustedes para que día a día, los unos y los otros —acusándose mutuamente—, no hagan más que sacarse espinas que pretenden clavar en el otro, por el placer infantil de que se chinche?

¿Acaso nos toman por tont@s, niños buenos y sufridos, incapaces de adivinar en sus rostros, en sus gestos, en sus palabras la cara de mala leche (¡venganza pírrica!) que unos sobre otros pretenden tomarse, invocando el estúpido derecho de que el ‘otro’ la tomó primero? ¡Callen palabras y caras falsas y hablen mentes limpias y corazones honestos pregonando y practicando amor a los verdaderos valores de la democracia —entre otros muchos el diálogo serio y eficaz—, y si han caído en inconfesables y espinosos zarzales aguanten las espinas como todo hijo de vecino lo hace!

Ustedes parecen buenas gentes. ¡Ustedes parecen!, pero del parecer al ser va un gran trecho, como una quijotesca carrera de galgos y podencos. Cuando ustedes lleguen a ser políticos —¡doy por hecho que no lo son!—, preocupados por los hombres de la ciudad y del campo, ustedes dejarán de sacarse espinas de un corazón áspero y agrio, y se sentarán a practicar la verdadera y dialogante democracia, no el cabreo chulesco de, ¡por mis pelotas, que ese tal, mientras yo viva, no va a gobernar!

Machismos trasnochados aparte, su majestad el sufrido pueblo bien merece un respeto y un juego enteramente limpio y reglado, porque no creo que nadie esté sin pecado para seguir tirándose cantazos a diestra y siniestra y sin ton ni son.

¡Cabreos a la mar, y zarzales a la hoguera!