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Publicado por
Carlos Antón Roger funcionario de prisiones
León

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N o son míos..!, claro que sí, y de todos. Míos por el pensamiento y la escritura, y del resto sus ideas. No quisiera que mi palabra se adelantara al pensamiento general. En fin, cuando considero mi vida, me espanta encontrarla tan informe, y en el momento de escribir todo esto, no me parece esencial haber sido lo que soy, al contrario, reniego de mis posibilidades?. Los libros me dicen y me dieron algo de luz a lo escrito.

Siempre creí, como el resto de vosotros, que el tiempo lo curaba todo (leyenda urbana) pero no obstante, cuantos más instantes, días, meses, años.. van transcurriendo, más se acrecientan en mí los sentimientos de juventud. Cuántos errores cometemos, se cometen en nuestra efímera existencia, y de ellos intentamos convencernos y convencer a nuestros cercanos, tras meditarlos y analizarlos, siempre en el instante de los años tempranos; tu prepotencia, egocentrismo e inclusive narcisismo, ¡que difícil guardar la calidad de hombre¡, y también ante los galenos (dioses a fin de cuentas), que gracia.

Mi margen de duda no abarca los días, sino los años, y conjeturo que cualquier criatura sea capaz de calcular y preveer mis deseos. Lo he vivido en tiempo temprano... mi sueño parecía tan lejano en salud, como la juventud y la fuerza, y te haces amigo de los matices de la muerte, sin demostrar tu miedo, pero temiéndolo y ves sus otros secretos, aún más lejanos a nuestra actual condición de hombres.

Cuando se siente el verdadero amor por una persona, no trivial, todopoderoso, te fijas en los actos, tiempos, que han pasado y no has comprendido, errores, porque a fin de cuentas tu soberbia se ha antepuesto a los sencillos momentos familiares, amigos o de pareja, y ésa es la soledad que quieres que te compense de tu extroversión viciosa y sin contenido. Has ganada la libertad, ¿cierto? Tiempo, mucho tiempo para evaluar, sentir, pensar, analizar y reconocer las faltas y transportarlas al papel o tal vez comentarlas con agobio u obstinación, de que todo ha estado bien y lo realizado ha sido mejor.

Siempre el rostro de otro ser, a estos años, me preocupa más, aunque también diré que el retrato no me interesa nada, solo los actos, dichos y formas de todos, o tal vez de alguien en particular. Esas azarosas experiencias juveniles, habían tocado fondo, al igual que su urgencia por gozar de un tiempo futuro,

Esas curiosas disciplinas mentales me permitían captar un pensamiento equívoco. Siempre me horrorizaron los debates inútiles, en los que cada uno sabe por adelantado el final. Ese frescor que entra por la ventana, cuando estás enfrascado en algo importante y tienes el ordenador a mano, te reaviva los días e instantes, y vives sin vivir, abstraído en algo contagioso, con los demás, o eso piensas, y cambia tu vida, lo ves con el paso de las horas. Y tu juventud la sientes en fracasos, con el tiempo real, pero el error es el presagio que nos atormenta.

Cuántas veces, cuando me levanto, para escribir, leer o hacer las cosas de casa, ordeno la cama (obsesión) revuelta, como una evidencia casi obscena de mis encuentros con la nada... cada noche dejo de ‘ser’, abandonando el ‘tener’, que odio.

Y en la mañana de compras lógicas y observación de las personas, que por lo general nos ocultan sus secretos o nos hacen creer que los tienen, veo el reconocimiento generalizado y fundamentado en los libros leídos, nada, mi enseñanza de la voz humana general, me infiere más conocimiento que lo dicho, no obstante he de reconocer que mucho me costaría vivir en un mundo sin libros, aunque lo curioso es que la vida misma, lo real, no cabría en ellos.

Que más da leer o escribir, si nuestra propia existencia está escrita en otros libros aún no publicados, experiencia propia.

A mis años todo se va acabando y los que me conocen y leen este artículo lo saben, gracias por vuestra paciencia y sin consejos inútiles o triviales. Ego, como todos los convalecientes físicos o psíquicos, una vez paliados,en este caso concreto, si llegamos a ese acuerdo, observaremos el reconocimiento del cese en los misterios verdaderos de su mal.

Mi fuerza, eso creía, constituía la base, sin la cual no existía belleza (no física), la firmeza sin la cual no existe justicia; qué equivocado he estado, no ha existido, ni existirá el equilibrio de las partes. Como tantos equivocados, seguiremos con el error y aunque las teorías filosóficas que había hecho mías en tiempo cercano, creyente firme de ellas, debemos elegir entre la esperanza infatigable o tal vez la prudente falta de esperanza del caos y la de la estabilidad personal. Elegimos entre ellas o las acordamos de vez en cuando entre sí. Vaya dilema.

¡Qué difícil es guardar la calidad de hombre, ante los médicos, los dioses terrenales, sin años, tan solo en días! La realidad del convaleciente una vez convencido, es el cese del reconocimiento en los misterios ignotos de su mal.

Se me atraganta la vida y solo veo desazón en mis segundos, instantes, ratos. Mis sesenta ya son el pasado, no me importa, me impondré o lo intentaré, disciplina mental, para captar el esquivo pensamiento corporativo ajeno, al cual nadie estamos vacunados.

Me siento dios en cuanto a mi pensamiento, principio y fin del título del presente artículo, todos lo somos, pues al pensar públicamente mi pesamiento, jamás quisiera que se adelantara a mi palabra.