Diario de León

Publicado por
Joaquín Cuevas Aller escritor
León

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L a Constitución de 1978, en su artículo 2, dice: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas». Este artículo se contradice con el artículo 14, que dice: «Los españoles son iguales ante la ley». Si los españoles somos iguales, no puede haber diferencias entre territorios y ciudadanos.

La Constitución no señala qué territorios son nacionalidad y qué territorios son región. Nacionalidad significa estado propio de la persona nacida en una nación. Nación significa conjunto de habitantes de un país regido por el mismo gobierno, por lo que la palabra nacionalidad proviene de la palabra nación. Si la propia Constitución admite que España es una única nación, no puede haber más que una nacionalidad: la española. Pero los políticos admiten tres: Cataluña, País Vasco y Galicia. El texto del artículo 2 da a entender que los habitantes de las nacionalidades citadas anteriormente no son españoles, sino catalanes, vascos o gallegos. Sólo los habitantes de las diversas regiones son españoles. La contradicción literal del artículo 2 es evidente con el artículo 14.

Con motivo de las elecciones gallegas, una cadena de televisión le hizo una entrevista a Alberto Núñez Feijóo, candidato a la presidencia de la Xunta. Entre otras cosas, Núñez Feijóo dijo: Galicia es una nacionalidad histórica por historia, tradición y lengua.

Pero la historia de Galicia es bien conocida. Considerando que la Historia de España comienza con la Reconquista, Galicia fue territorio del Reino astur, llamado Reino de Oviedo, desde finales del siglo VIII. Fue Alfonso III el Magno, rey de Oviedo, quien limpió de invasores musulmanes desde el Cantábrico hasta la desembocadura del río Duero en la ciudad de Oporto. A partir del año 910 el Reino de Oviedo pasó a llamarse Reino de León, estando Galicia dentro de ese Reino. El rey de León, Fernando I, a la hora de su muerte, dividió el Reino en tres partes independientes entre sí: Galicia, León y Castilla. Galicia fue reino solamente siete años, desde 1065 hasta 1072, con García I de rey, integrándose nuevamente en el Reino de León. Si el Reino de Oviedo duró casi dos siglos y el Reino de León seis siglos ¿cómo puede decir Núñez Feijóo que Galicia es una nacionalidad por historia, y negársela a Asturias y a León? En cuanto a la tradición, todas las regiones y las llamadas nacionalidades tienen su propia tradición derivada de su historia. La tradición es parte de la historia.

El País Vasco y Cataluña, consideradas nacionalidades históricas, tienen aún menos historia que Galicia, nunca fueron reinos. El País Vasco fue siempre territorio del Reino de Castilla, incluso cuando Castilla era un Condado. Cataluña era una serie de condados que se integraron voluntariamente en el Reino de Aragón. Las historias de Castilla y Aragón son superiores a las del País Vasco y a la de Cataluña: el todo es más que la parte.

Decir que la lengua es motivo para considerar como nacionalidad histórica a un territorio es de risa. Algunos países europeos como Francia, Bélgica, Alemania o Suiza estarían llenos de nacionalidades y no es así.

La inclusión del término nacionalidad en la Constitución ha traído graves consecuencias a España. Los políticos nacionalistas se han convertido en separatistas, creen que su región es una nación y como nación tienen el derecho a separarse de España.

En las autonomías no existen igualdad de derechos y deberes de todos los ciudadanos. En las nacionalidades se admite un «supuesto diferencial» y unos privilegios territoriales que no hay en las regiones. Nacionalismo e igualdad son palabras antagónicas.

El término nacionalidad fue una concesión de los políticos a los partidos nacionalistas. Esos nacionalistas se han convertido en separatistas, quieren destruir España y convertir su territorio en una nación independiente del resto de España. Los políticos, además de admitir el término nacionalidad, han creado una autonomía que es un esperpento: la de Castilla y León. Los políticos deberían demostrar si Castilla y León es una nacionalidad o una región.

Históricamente Castilla fue un Condado dentro del Reino de Oviedo y luego dentro del Reino de León hasta el año 1157, salvo el período 1065-1072 en el que Castilla fue un Reino independiente. A partir de 1157 León y Castilla fueron dos reinos completamente independientes el uno del otro. Esa es la realidad de la historia. Si se considera que Galicia, País Vasco y Cataluña son nacionalidades, León, Castilla, Aragón y Navarra deberían serlo también y con mayor razón.

La inclusión de la palabra nacionalidad en la Constitución no fue la única chapuza. Los políticos hicieron alguna más, como la creación de la llamada autonomía de Castilla y León. Han creado una comunidad con las provincias leonesas y cinco provincias castellanas y, además, han creado dos autonomías más, con las provincias castellanas de Logroño y Santander, lo que ni pidieron ni querían. Esas dos provincias han formado parte esencial de Castilla desde que fueron reconquistadas por reyes leoneses en el siglo X. Los políticos, simplemente, han destrozado Castilla. La creación de las tres autonomías fue una cacicada de políticos conocidos con fines inconfesables, aunque conocidos. Muchos dicen que los leoneses somos muy conformistas, que no protestamos por nada, y yo pregunto ¿dónde está el tradicional carácter recio castellano que no ha protestado por la destrucción de Castilla?

Es absolutamente necesario eliminar el término nacionalidad de la Constitución para garantizar la igualdad de todos los españoles. Es absolutamente necesario conocer la auténtica Historia y mantener el máximo respeto por el pasado y, muy especialmente, por nuestras tradiciones cristianas que nos hicieron un pueblo importante en el mundo.

Sería conveniente recordar unas palabras del papa Juan XXIII: los pilares de la convivencia humana son cuatro: la verdad, la justicia, el amor y la libertad. En la actual España, llamada democrática, no existe ni la verdad, ni la justicia, ni el amor ni la libertad.

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