Diario de León
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SILUETAS gonzalo ugidos
León

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D ibujar una línea entre lo que podría ser perfecto y lo que es asequible es una tarea que nos ancla a la realidad y nos salva del delirio. Esa actitud es imprescindible en la política y es lo contrario de declamar consignas inviables, porque en política lo que es imposible es falso. No es posible, por ejemplo, acabar con el déficit gastando más e ingresando menos. Quien lo postula es un impostor. O como poco un alma bella, esa figura romántica que Hegel dibujó con precisión: para mantener la pureza de los principios, renuncia a enfangarse de realidad, hace ascos a lo posible y acaba postrada en la melancolía. Las almas bellas lloran por las injusticias del mundo, pero no lo mejoran. Cuando se va la luz maldicen la oscuridad, pero no encienden una vela, que no es lo ideal, desde luego, pero al menos te permite cambiar los plomos.

Nuestras almas bellas se hartan de denunciar el hedor de la podredumbre, pero gracias a ellas seguiremos gobernados por un partido putrefacto. Si el pasado 4 de marzo, Podemos hubiera apoyado la investidura de Sánchez no solo habría caído Rajoy, sino que el PP, con 63 escaños menos que en 2011, estaría desarbolado y viviendo un calvario judicial. Esa ventana de oportunidad se cerró tras el 26 J, cuando la derecha se quedó a solo seis escaños de la mayoría absoluta. Ya no era posible desalojar al PP, pero a la izquierda le quedaba una bala en la canana: cobrarse la cabeza de Rajoy. No era lo mismo que un gobierno alternativo al PP, pero era un objetivo muy relevante porque reinstauraría un principio elemental de una sociedad como Dios manda: la corrupción se paga. Bastaba una abstención a escote a cambio de que el PP presentara a alguien que no fuera Rajoy y modulara su programa. Pero Sánchez, cegado por la ambición, se disfrazó de alma bella, confundió la realidad con el deseo y cerró la segunda ventana de oportunidad, porque tras el 25 de septiembre, con la victoria del PP en Galicia y las derrotas del PSOE en Galicia y Euskadi, los socialistas habían perdido lo que les quedaba de la poca musculatura que habían tenido semanas antes.

Total, que una socialdemocracia desnortada y un populismo disparatado (pleonasmo) no solo han permitido la anomalía democrática de que un partido no pague por su putrefacción y por la ruptura de la cohesión social, sino que de rebote han convertido a Podemos en un desafinado orfeón de almas bellas, tan puras como estériles, y al PSOE en un buque fantasma que con las cuadernas crepitantes, los baos podridos y los palos trémulos, apenas resiste la borrasca, para buscar desesperadamente el puerto en el que será desguazado. Los pecados se expían en el otro mundo, los errores se pagan en éste.

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