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HOJAS DE CHOPO. ALFONSO GARCÍA
León

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Desde 1924 se viene celebrando tal fecha como hoy el Día Mundial del Ahorro, que en sus mejores momentos consistía básicamente en aleccionar a los tiernos infantes para que abrieran una cartilla infantil y no gastasen todas las propinas en chuches. Como las cosas no están para alegrías de este calado, los caminos de la historia han tomado nuevos rumbos. De la historia y de la leyenda. Según cuenta esta última, las brujas se reunían dos veces al año, el 30 de abril y el 31 de octubre. «En esas noches —escriben Eppo Cardelo y Santiago García en Enigmas y misterios de la España oculta—, Satán hacía las veces de anfitrión y las reunía en un lugar apartado y oculto en el que entre todas compartían hechizos, experiencias y vivencias en unas fiestas macabras o reuniones del mal que se llamaban Aquelarre. Una de esas noches, concretamente, era la noche de Halloween, palabra esta tan de moda, de origen anglosajón, en realidad un acrónimo que viene a significar ‘La víspera de Todos los Santos’. Hoy. Pero la idea no es ni nueva ni anglosajona, puesto que la tradición tiene ya arraigo (siglos V-IV a. C.) en las tribus celtas y en ritos romanos, difundidos por Europa, también, claro, por España e Irlanda. La emigración de este último país a América en el siglo XIX llevó hasta allí estas costumbres. Los americanos se encargaron de dar el toque y la universalidad con que ahora conocemos la ‘fiesta’.

Aunque no es el momento de analizar los parentescos y divergencias entre Halloween y el Día de Todos los Santos, sí es conveniente subrayar que en ambos casos está viva la presencia del dolor y de la muerte, tan rica esta en la tradición española, con esa visión, entre espectral y poderosa, que aún pervive en algunos lugares como ‘la Santa Compaña’, la Huéspeda’ o ‘Hueste de ánimas’ en León.

En España, mayoritariamente católica, pierde fuelle la celebración del Día de Todos los Santos, en realidad la fiesta de los muertos, porque en nuestra cultura es el día de honrar a los antepasados, el día del recuerdo y la constatación de que su espíritu y su memoria siguen vivos entre nosotros. Pero también, por qué no, es la fiesta de los vivos, especialmente en los pueblos, ya que tiene no poco de convocatoria al encuentro y la fraternidad. Quién sabe si Halloween, la cremación progresiva y el Vaticano darán un nuevo giro al asunto. En cualquier caso, son los nuevos signos de los tiempos.

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