Política espectáculo

«Por momentos, el Congreso parecía La Sexta ». Esta afirmación, que es del director de un periódico periférico, es la mejor descripción de la segunda parte de la sesión de investidura, en la que intervino Gabriel Rufián y de la que salió Mariano Rajoy convertido en presidente del Gobierno por segunda vez. Realmente, en estos diez meses de incesante debate sobre el presente y el futuro de este país, se han derramado bien pocas ideas sobre la piel de toro. Todo ha quedado reducido a un simplicísimo contraste entre la derecha y la izquierda pero sin apuestas concretas, como si la filiación fuera simplemente una cuestión de sensibilidad. El periodismo y el sistema mediático en general deben ser el nexo de unión entre el mundo político y el cuerpo social. Pero la política no puede reducirse a una tertulia, que en muchos casos no pasa de ser una conversación más o menos liviana de barra de bar. Falta, en fin, consistencia en la política actual. Faltan debates serios, intensos, entre los actores políticos, que no siempre han de celebrarse a la luz del día. Falta, en definitiva, densidad y sobra frivolidad.