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AL TRASLUZ. EDUARDO AGUIRRE
León

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Lo confieso: a mí me hubiese gustado ser ministro, pero del Ministerio del Tiempo. Decirle a don Mariano: «En un ratín vengo, presidente, me voy al pasado a preguntarle al rey Chindasvinto qué hubiese hecho él si Pablo Iglesias se le presenta en mangas de camisa». Y él: «Vale, pero me no tardes que el otro día te tiraste la tarde con Nefertiti». No obstante, pese a que no habrá tal ministerio, a la legislatura no van a faltarle inclemencias. Ya solo Rufián es él solito un tsunami parlante. O dos, dependiendo del día. Ah, la oratoria parlamentaria, arte del decir lo que proceda sin pasarse de las cuatro gotas, pues la quinta es la mala. Recientemente, el presidente Juan Vicente Herrera le espetó al portavoz de Podemos, ante los constantes aspavientos de éste: «Tranquilícese, parece usted la niña de El exorcista». Un gran gag cinéfilo, que no podía estar preparado. Como el aludido, Pablo Fernández, no tiene edad para haberla visto en pantalla grande, que es donde la criaturita aterrorizaba con su vómito verde y el cuello de chicle, pues no pasó a mayores, como hubiese ocurrido si la comparación llega a hacérsela con Freddy Krueger. No obstante, seguro que si Herrera llega a percibir que sus palabras le ofendían no hubiese tardado en pedirle públicas disculpas. Y seguro también que nuestro paisano las habría aceptado, pues, muecas terroríficas aparte, ha de ser buena gente, basta recordar sus palabras de reconocimiento hacia la hoy exconsejera de Empleo, cuando lo fácil habría sido hacer leña del árbol caído.

Ojalá el Congreso de los Diputados no quede reducido a un bochornoso «eso no me lo dices en la calle». No se puede vivir todo el día dándole al huracán verbal. Haya diálogo y respeto, compatible con la crítica. La quinta gota es la que rebosa el vaso. ¿Para qué correr riegos? Un bocazas te hunde el Titanic, cuando ya se había logrado esquivar el iceberg.

Y sí, ya me habría gustado ser ministro del Tiempo. «Presidente, que dice el rey Chindasvinto que a él se le presenta Iglesias en mangas de camisa y le atiza con la maza». Tampoco es eso. En el pasado no se andaban con caralladas. Ahora somos mucho más civilizados. Salvo Rufián, claro, quien no ha salido aún de la caverna jurásica.

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