TRIBUNA
Castilla y León, idilio imposible
C uando los políticos inventaron la chapuza de las Autonomías cometieron tremendos disparates. Tal vez, el mayor error fue la creación de la Autonomía de Castilla y León. Si en España hay dos regiones muy distintas, esas son León y Castilla. Sin embargo, los políticos, marginando la Constitución, crearon una autonomía con ambas regiones. Analizando la Historia no encontramos dos pueblos en España tan dispares como el leonés y el castellano. Éstas son algunas de las pruebas.
Las grandes diferencias entre leoneses y castellanos se dejaron ver desde el inicio de la Reconquista. El rey Alfonso II de Oviedo fue el primero en pisar la tierra de los vascos, limpiandolas de invasores musulmanes. El pago que recibió fue la sublevación de los caristios, alaveses, por considerar que las buenas relaciones entre asturianos y navarros les perjudicaban, ya que quedarían encerrados en su territorio.
Esa mala relación fue sólo el aperitivo. El rey Ordoño II de León sufrió en sus carnes traiciones por parte de cuatro condes castellanos cuando les estaba ayudando a reconquistar las tierras de La Rioja. Algunos farsantes, llamados historiadores, han tratado a Ordoño II como asesino por haber asesinado, dicen, a los cuatro condes. Esas palabras son una ofensa al monarca. Hasta el acreditado historiador burgalés Fray Justo Pérez de Urbel, firme defensor de Castilla y nada sospechoso de favorecer a León, dejó escrito que los cuatro condes castellanos estaban bien vivos en posesión de sus patrimonios, incluso después de la muerte de Ordoño II.
En el reinado de Ramiro II las relaciones entre leoneses y castellanos empeoraron.
Después de la batalla de Simancas, el conde Fernán Gonzáles hizo un pacto con Abd-al-Rhamán III contra León. Con astucia, Ramiro II cogió prisionero al conde. Éste prometió a Ramiro fidelidad eterna y, no solamente consiguió el perdón, sino que el monarca le concedió el título hereditario de conde de Castilla y Álava a perpetuidad. ¿Cómo agradeció Fernán González el perdón de Ramiro II? El conde esperó a la muerte de Ramiro para convertir a Castilla en un reino independiente de León, una independencia que impidió la consolidación de un único reino unido en toda la península ibérica.
Cuenta Sampiro, el más importante cronista de esa época, que «el castellano era un pueblo altivo y arrogante y que tenía la convicción de que era una raza diferente, algo muy peligroso para la convivencia de los pueblos». No fue una independencia oficial, pero sí real porque Castilla sabía que no tenía capacidad de defenderse de los musulmanes. Cuando se veía en peligro, Castilla pedía siempre ayuda a León.
Todos los condes de Castilla fueron infieles a los reyes de León, no se salva ni uno. Claro que algunos de ellos en grado superlativo como el conde Sancho García, nieto de Fernán González. Se conoce una escritura del mes de marzo de 1017 que dice que el rey de León, Alfonso V, llama a su tío el conde Sancho García «inicuo, infiel en grado superlativo, enemigo que le ofendía día y noche, que era como una sombra negra de los tiempos de su infancia». Estas palabras son tan ciertas como auténticas dice el prestigioso historiador castellano Manuel Risco. La Historia Medieval real de España demuestra que para Castilla el enemigo a destruir no eran los musulmanes sino el Reino de León. Uno de los juegos favoritos de los castellanos en la Edad Media era disparar flechas contra una diana que contenía el escudo de León en lugar de la media luna, escudo de los musulmanes.
Son contados los historiadores que defienden al Reino de León y su gloriosa Historia. Uno de ellos es el acreditado historiador francés Evariste Levi-Provenzal. Este historiador escribió dos volúmenes de la Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal. En ellos dice que «la traición de Fernán González a Ramiro II retrasó la Reconquista más de cinco siglos ya que Ramiro II, después de la victoriosa batalla de Simancas, tenía capacidad y voluntad de echar de España a los invasores musulmanes».
Otro historiador que defendió a León fue Luis García de Valdeavellano, acreditada autoridad madrileña de la Historia Medieval, quien dijo que «Castilla deshacía la España que hacía León» para combatir las palabras de Julián Marías sobre que «Castilla se hizo España».
La armonía, no la amistad, entre León y Castilla llegó en 1230. En esa fecha, Fernando III el Santo, rey de Castilla, heredó el Reino de León. Fernando III era hijo del rey de León Alfonso IX y de la infanta castellana doña Berenguela. Logró una buena armonía entre leoneses y castellanos. En las crónicas queda muy claro que León era León y Castilla era Castilla, dos reinos independientes, con leyes y costumbres diferentes. Los resultados de esa armonía fueron impresionantes: con las fuerzas unidas de ambos reinos, Fernando III logró el mayor avance de toda la Reconquista.
León tuvo, desde el inicio de la Reconquista, una relación fraternal con Asturias y Galicia y posteriormente con Extremadura. En cambio, la relación con Castilla fue un continuo enfrentamiento. Los políticos, en contra de la Constitución, crearon la autonomía de Castilla y León, una autonomía en la que Castilla —sería más exacto decir Valladolid— se impone a León.
Los resultados han sido catastróficos, no solamente para León, sino para gran parte de Castilla. Durante más de mil años, León ha ido progresando poco a poco, llegando a ocupar un puesto de privilegio en renta per cápita entre todas las provincias. En 1983, año de la formación de este disparate autonómico, vivían en León casi 600.000 habitantes. Si en los últimos 30 años, ha perdido más de 100.000 habitantes, no quiero ni pensar lo que perderá en los próximos 30. Yo calculo que entonces León tendrá menos de 200.000 personas. Me baso en lo siguiente: hoy los mayores de 60 años en León son el 30% de la població y dentro de 30 años, por ley de vida, no quedará ni uno. Los jóvenes seguirán emigrando por falta de trabajo y sus hijos nacerán en otros sitios.
La víctima de la autonomía de Castilla y León es la verdad; algunos dicen que el Reino de León no existió, que es un invento de los leonesistas. Parece que a nadie le importa que los leoneses estemos dejados de la mano de Dios y de los hombres.