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AL TRASLUZ. EDUARDO AGUIRRE
León

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En la República de Turulustán se considera una grosería si eres invitado a comer y al final no bailas la danza del vientre ante tu anfitrión, en señal de gratitud por el carpaccio de mono o la tosta de serpiente. A los españoles nos queda algo a desmano Turulustán. Pero una vez estamos allí, si hay que comer se come, si hay que bailar se baila. ¿Puede calificarse de excesivo el sentido de lo correcto que tienen los turulustaníes? No, es el suyo. Las sociedades se construyen a partir de un consenso sobre lo que ha de entenderse por buenos modales. Aquí en España también tenemos los nuestros. Por ejemplo, la mayoría de los españoles consideramos que el rey se merece un respeto. Es una verdad de cajón, por encima de las ideologías, incluidas ser monárquico o republicano. Y nada tiene que ver con el servilismo, sino con dicho consenso. Unidos Podemos no aplaudió las palabras del monarca. Nunca dan puntada sin hilo mediático. Aun así, su desaire no iba tanto contra Felipe VI como contra el PSOE, otro paso más en su estrategia para proyectar que ellos son la única izquierda que hace oposición. Les sobra este partido, que sí tiene los buenos modales constitucionales que a ellos les faltan. Iglesias estuvo patético al declarar que a ellos les importa más la trágica muerte de una mujer, a la que le habían cortado la luz por impago, que un acto protocolario con el monarca. Y se queja de que le comparen con Trump.

¿De verdad puede creer Bescansa que es equiparable la presencia en el Congreso de su bebé, en la edad de bombardear Pearl Harbor, a la de las infantas? Cañamero se paseó con una camiseta con el lema: «Yo no voté a ningún rey». El senador Bernal Lumbreras (IU) sacó una bandera republicana. Todo muy facilón. Y chusco. Y muy alejado de nuestro consenso sobre qué entendemos por modales democráticos.

Los desdenes de ayer al rey nada tienen que ver con izquierdas o derechas, con ser monárquico o ser republicano, sino con lo cívico y lo incívico. Felipe VI viene caracterizándose por respetar a todos los partidos, incluidos a los que le desairan. A muchos de estos neozafios habría que mandarles una temporadina a la República de Turulustán, a bailar la danza del vientre. O incluso más lejos.

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