Combatir la resignación
U n hombre de 29 años acaba de asesinar a una mujer de 26 años en Fuenlabrada, Madrid. El enunciado es brutal; por la muerte, ese mal irreparable, y por la edad, se supone que son jóvenes educados en democracia, en libertad, en valores de respeto, en igualdad. Llevamos con esta 40 mujeres asesinadas en lo que va de año, una decena de niños asesinados por sus padres y una treintena de chavales huérfanos. Un destrozo.
Si una de las claves del periodismo es dar una información proporcionada -ni demasiado grande, ni demasiado pequeña- a la gravedad del problema, parece que los medios de comunicación, en general, aún no hemos dado con la tecla adecuada para informar de la devastación que supone el medio centenar de mujeres asesinadas cada año. ETA asesinó a 858 personas en cuarenta años de historia sangrienta, para que sepamos de que magnitudes estamos hablando. Desde el 2000 hasta hoy, más de mil mujeres han sido asesinadas por mil hombres, y resulta difícil ver una frase como esta en los medios. Un hombre asesina una mujer; ni presuntamente, ni muerte de la que es culpable la víctima, ni «algo habrá hecho» la joven o mayor asesinada para merecer degüellos como el de Fuenlabrada. Las mujeres no fallecen, son asesinadas. Debería estar claro.
Es verdad que hay medios comprometidos en campañas contra la violencia machista, pero también es cierto que en otros la noticia del asesinato de una mujer a manos de un hombre se convierte en un artefacto de difícil ubicación, que suele terminar en la página de sucesos sin que lo sea.
No se trata de que el problema sea grave porque la suma cuantitativa de mujeres asesinadas por hombres provoque un salto cualitativo; lo es porque no estamos ante un problema privado, exclusivo de cada pareja, en la que la mujer asesinada nos remite a una historia particular. No. Es que cada año sesenta hombres distintos, no organizados entre sí, asesinan a sesenta mujeres, hermanadas por el destrozo de vidas, aunque no se conozcan.
Deberíamos partir los medios de comunicación de la evidencia que el asesinato de una mujer por un hombre no es un suceso, no debe ir en la misma página de los atracos a joyerías, como demasiadas veces ocurre. Sesenta mujeres asesinadas al año, ¿no merecen una sección propia en los medios? ¿Una periodista especializada? ¿una línea transversal para contarlo? ¿Hay otro problema de muerte violenta más grave que éste en España? No. Como ocurrió en el compromiso de la lucha contra el terrorismo —aunque sean magnitudes no comparables conceptualmente—, se trata de combatir la resignación, de no dar como una magnitud fatal que cada año sesenta mujeres sean asesinadas por sesenta hombres.