Un despacho en Barcelona
E n tiempos de Internet y de las videoconferencias trabajar en Madrid y tener despacho abierto en Barcelona es un gesto. Un mensaje de cercanía. El que trata de transmitir la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, a la sazón ministra también de Administraciones Públicas. No haría falta trasladarse físicamente a Barcelona para hablar con quienes están al frente del proyecto separatista, con quienes lo rechazan o con diferentes personas de relieve en la vida pública catalana. Pero la cercanía ayuda. No es cuestión de establecer paralelismos porque el tiempo histórico no es circular y cada época tiene sus peculiaridades pero hablando de Cataluña cabe recordar que dos mundos enfrentados hasta entonces el que representaban Adolfo Suárez (presidente del Gobierno de España) y Josep Tarradellas (presidente de la Generalitat en el exilio) , tras un encuentro personal que fue tenso pero estuvo presidido por la sinceridad quedaron atrás muchos prejuicios y dejándose aconsejar por la prudencia, pusieron en marcha el proceso que normalizó la relación política de Cataluña con el Estado democrático entonces en ciernes. El reconocimiento de la legitimidad histórica de Generalitat»fue uno de los hitos de la Transición. Tarradellas que había pasado media vida en el exilio con tiempo suficiente para establecer un equilibrio entre los deseos y la realidad, supo aprovechar la ocasión y se subió al tren de la Historia. En Barcelona todavía se recuerda el eco de las voces del millón de personas que salió a recibirle en aquél día que culminó con el famoso «Ja soc aquí». Pese a la presiones que recibía para mantener congelada la fotografía de la situación en las posiciones heredadas del franquismo, Adolfo Suárez supo avizorar el futuro. No es cuestión, ya digo, de establecer analogías entre épocas y momentos políticos diferentes. Tampoco los interlocutores actuales son los mismos. Pero tenemos un problema y hay que dar con la solución. La vicepresidenta acude a Barcelona con una voluntad de cercanía que promueve diálogo con los protagonistas de la vida política catalana. Es un gesto que descubre el nuevo talante con el que el Gobierno que preside Mariano Rajoy pretende abordar la «cuestión catalana». Karl Popper sostenía que la democracia es un sistema de reglas ideado para resolver los conflictos sin tener que acudir a la fuerza. Diálogo y lealtad. Convendría que fueran esas las palabras.