EDITORIAL | León-Astorga: las pérdidas revelan la necesidad de rebajar los peajes
La autopista León-Astorga, que explota Abertis, acumula 14 millones de euros de pérdidas desde su apertura en 2002, pero sobre todo se han disparado en los cuatro últimos años —más de tres millones sólo en 2015—, marcando una tendencia realmente espectacular, que, por llamativa, da lugar a algunas reflexiones y que no debería dejar indiferente a la concesionaria, probablemente no demasiado preocupada por esta cuestión teniendo en cuenta que los beneficios declarados en 2013 ascendieron a nada menos que 617 millones. En los catorce años de explotación, a punto de cerrar ya el décimo quinto, sólo en 2007 y 2008 obtuvo beneficios, aunque muy exiguos: 185.000 y 200.000 euros, respectivamente. Si las comparaciones a veces resultan odiosas, en este caso parecen inevitables: en ese mismo periodo de tiempo Aucalsa sumó 93 millones de euros de beneficios en la León-Campomanes. Hay, al margen del poco atractivo que siempre ha tenido la AP-71 para el tráfico local e incluso para el de tránsito, dos razones que explican esta situación. La primera es que la León-Astorga tiene una alternativa paralela que es la N-120, mientras que la N-630, con paso por Pajares, es más tortuosa en relación con la AP-66. Y la segunda y fundamental es el precio del peaje: 4,95 euros para los vehículos ligeros y 8,10 para los pesados para un trayecto recto sin ninguna gran dificultad orográfica que salvar son inasumibles.
Es un situación de bloqueo, porque si por una parte es difícil su rescate —quedan por delante 35 años de concesión—, por otra Abertis se niega sistemáticamente a rebajar sus tarifas, lo que probablemente sería una buena medida para la propia compañía y para los usuarios, que probablemente se decantarían por esa opción a la vista del creciente colapso de la N-120, que además constituye un problema enorme por —y para— las seis poblaciones, un área industrial y varios puntos negros por los que transita.