TRIBUNA
Justin Webster y el crimen de Isabel Carrasco
J ustin Webster es un periodista, guionista y director británico de no-ficción con una relevante trayectoria en medios como la BBC. Desde hace años vive en Barcelona donde tiene instalado el cuartel general.
En su carrera cuelgan méritos y galardones internacionales. Ha dirigido documentales sobre los atentados del 11-M, el asesinato del abogado guatemalteco Rodrigo Rosenberg, el fin de la banda terrorista ETA o la creación literaria de Gabriel García Márquez, entre otros trabajos para medios españoles y extranjeros.
A Justin Webster le gustan las historias verdaderas y poder contarlas con la dosis de dramatismo que exigen por sí mismas para mantener la tensión y el manejo preciso de la narrativa. Y lo logra. En el macro documental Muerte en León queda de manifiesto. Justin ha dirigido y guionizado cuatro ambiciosos capítulos, de una hora de duración, sobre el asesinato de Isabel Carrasco, cuyo primer episodio, producido para la plataforma audiovisual Movistar Plus, tuvo el detalle de ofrecer en primicia en los cines Odeón de la capital, de la mano de La 8 Televisión.
Muerte en León es un thriller real en el que su director ha empeñado año y medio de labor investigadora a partir, fundamentalmente, de la celebración del juicio sinuoso en la Audiencia Provincial donde muchos analistas coincidimos con Justin intercambiando teorías y café en uno de los casos más impactantes de la crónica negra celtíbera, que examinábamos para el programa «No hay crimen perfecto», en el que el realizador inglés participó generosamente en alguna ocasión.
Con la perspectiva que otorga el tiempo transcurrido, a nadie le cabe duda ya que en el crimen de Isabel Carrasco se mezcló la venganza, la familia, la ambición, la política, las luchas de poder, el nepotismo rancio y el clientelismo, además de una evidente cosificación de la víctima y por ende la ausencia de percepción del mal causado por parte de la homicida confesa, que nunca ha mostrado pesadumbre: «La maté, sí, y lo volvería a hacer; no me arrepiento», pudimos escuchar de sus labios el día que declaró ante el tribunal con estética Bernarda Alba y propósito de atribuirse en exclusiva la responsabilidad del asesinato.
En León todavía hay reticencias a la hora de hablar abiertamente del crimen, y Justin Webster lo muestra en su obra. Ocurre que la memoria de Carrasco, pese a ser la víctima del magnicidio, apenas se ha reivindicado, excepto por su familia como es lógico. La clase política en general, y quizá también la sociedad civil, ha querido pasar página ante un caso que conmocionó al país y puso a León en los telediarios como paradigma de la «España profunda». Tal vez ahí resida la clave del carpetazo.
Tres mujeres están condenadas por la muerte a tiros de la presidenta de la Diputación Provincial: Montserrat González, a la que se le impuso una pena de 22 años como autora material, su hija Triana Martínez, que deberá cumplir 20 años de reclusión en calidad de cooperadora necesaria, y la agente de policía local Raquel Gago, a la que el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León elevó el reproche penal de 5 años a 12 por considerarla cómplice.
En pocos días el Tribunal Supremo celebrará la vista pública de los recursos planteados por las partes y el asunto será cosa juzgada con sentencia firme. La verdad judicial se habrá impuesto. Acaso por ello Justin Webster se decida a grabar un quinto y último capítulo de una serie increíble pero cierta. La banalidad del mal sería un excelente título a tener en cuenta. La vida a menudo es novela negra.