Diario de León
Publicado por
LA VELETA Antonio Papell
León

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P odemos va pegándose con el tiempo al terreno de juego, como cualquier fuerza política que se abre paso a codazos para conseguir su lugar bajo el sol tras un aterrizaje espectacular y la ulterior instalación en un espacio menos holgado que el que sus miembros desearían. La muchachada que pasó desde la ocupación de las plazas el 15-M a las instituciones se ha hecho mayor, ocupa un lugar significativo en el arco parlamentario —es la tercera fuerza y le disputa al PSOE la hegemonía de la izquierda— y, concluido el efecto sorpresa inicial, ha de acomodarse al entorno y a la coyuntura.

Como era previsible, los exitosos dirigentes de la nueva organización se han convertido pronto en elites y por lo tanto se arriesgan a ser confundidos con la casta. Las precauciones iniciales, que limitaban drásticamente sus salarios, han decaído, y se da por ejemplo el caso de que Ramón Espinar, uno de los más aventajados discípulos de Pablo Iglesias, acumula ya hasta tres cargos (senador, diputado autonómico y secretario general de Podemos Madrid), pese a que las normas internas los limitan a dos como máximo.

Esta declinación hacia lo prosaico era seguramente inevitable, por lo que habrá que darle solo la importancia que tiene. Más grave es el debate ideológico que está teniendo lugar a trancas y barrancas, camuflado bajo el ropaje de las diferencias procesales. Porque está bien a la vista que en Podemos no hay un único proyecto político sino dos, e incluso tres, y que no es en absoluto fácil conciliarlos por la que sencilla razón de que son en buena medida antitéticos e incompatibles entre sí. En el origen, pareció predominar en Podemos el populismo latinoamericano posmarxista (Ernesto Laclau), que pretendía generar un movimiento transversal orquestado por las no-elites, por los excluidos. Errejón llevaba consigo este bagaje intelectual, tomado del kirchnerismo argentino. Sin embargo, Pablo Iglesias, tras rechazar la alianza con Izquierda Unida en la etapa previa a las elecciones del 20D de 2015, aceptó la coalición en los prolegómenos del 26J, lo que dio lugar a Unidos Podemos, que obtuvo un resultado sensiblemente inferior al que lograron por separado IU y Podemos en las elecciones anteriores.

Ahora, ante el congreso de Podemos en febrero, lo que está en juego es la línea política. Iglesias pretende imponer su criterio al de Errejón, para lo cual aspira a vincular su propuesta a su liderazgo y reducir al adversario a una posición testimonial, como ya ha sucedido en Podemos Madrid. Errejón prefiere que se debata primero la línea ideológica y que después se vote el liderazgo. Es una pretensión vana e inútil porque supondría la autoinmolación de Iglesias, algo que evidentemente no sucederá. Aunque el triunfo de Iglesias reduzca grandemente las posibilidades de expansión de la fuerza resultante, que se situará por definición extramuros del núcleo central del poder.

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