La crisis generada en la cecina acaba agrietando el sello

León dispone de un catálogo de sellos de calidad de sus productos agroalimentarios que envidiaría cualquier territorio. Durante décadas se han ido consolidando los esfuerzos en distintos sectores de los emprendedores, con el apoyo de las instituciones, han ido elevando los marchamos hasta 17, con la reciente entrada de la cereza del Bierzo.

Pero todo este logro, que genera evidentes beneficios en creación de riqueza y de empleo, choca directamente con el recorrido que ha vivido la cecina de León. Desde hace años entró en una espiral de sinrazón y de falta de iniciativa que ha terminado por consolidar un problema que ha llevado a que la mitad de las empresas productoras hayan dejado directamente la Indicación Geográfica Protegida (IGP). El número de piezas que recibe el visto bueno del consejo regular son ahora el 50% con respecto a los balances que facilitó la cecina de León hace una década, en el mejor momento de 22 años de historia.

Más allá de los problemas de criterios y de búsqueda de beneficios o intereses de unos y otros, lo que nadie puede negar es que se ha generado un daño al sector directamente achacable a la falta de diálogo para buscar una solución a las polémicas previas. Cuando se hace evidente que si se mira más allá del corto plazo los marchamos serán fundamentales, alguien parece que en la cecina se cree que restar valor a este sello no tendrá consecuencias que al final dañarán a todos.