Diario de León

TRIBUNA

Un largo solsticio de invierno

Publicado por
Ara Antón ESCRITORA
León

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L levábamos casi un año sin gobierno, mientras nuestros inoperantes políticos hacían como que trabajaban, proyectando y destruyendo ilusorios pactos. Pasó el tiempo y, cuando ya no había forma de alargar la comedia, se aliaron de la única manera posible, que todos sabíamos y que solo ellos parecían ignorar.

¡Albricias! —gritamos los que nos creíamos el cuento de los pactos y los que no—. ¡Al fin tendremos gobierno! Pensaron, los que se lo creían y los que no, que ahora iban a dedicarse a resolver, o a tratar de resolver al menos, los infinitos problemas que nos ahogan. Verbigracia: la deficiente sanidad, la insuficiente educación, la lentitud de la justicia, la escasez de puestos de trabajo, los desahucios, las estafas de aquellos a los que entregamos las llaves de nuestras casas y nuestro futuro... Para qué seguir, si esa interminable lista es de dominio público; la conocen hasta nuestros políticos, que ya es decir. La conocen pero no tienen ideas, tiempo ni voluntad de arreglarla. Se han inventado ahora un asunto parecido a aquel de investidura sí o no: Constitución sí o no.

Y digo yo, desde la ignorancia y la desorientación, ¿a usted le importa mucho cambiar inmediatamente un par de artículos de la susodicha Constitución? Seguramente si es un pobre españolito empeñado en sacar a sus hijos adelante, un jubilado al que por quitar le han quitado hasta la única diversión que podía tener sin pagar, aquella de acodarse sobre una valla a criticar los métodos de trabajo de los albañiles de turno; si a usted no le llega el jornal ni para la primera semana de mes y ha de acercarse con los niños a casa de sus padres a compartir los garbanzos, ¿le importa mucho que, en vez de autonomías, que han demostrado de sobra su inutilidad y su dispendio, podamos convertirnos en habitantes de estados federales? Creo que no. Es más; estoy segura. Sobre todo si le explican que un estado federal no depende de nadie para subvencionarse, es decir, que las raquíticas pensiones, las interminables listas de los hospitales, el libertinaje de las aulas por falta de apoyo al profesorado. etc. deberán ser gestionados por esos mini-estados, como les salga a sus avispados políticos de la zona erógena. Pueden consentir, sin despeinarse, que las grandes ciudades, sede social y fiscal de las más importantes empresas, que venden y producen fuera de ellas, sigan computando los beneficios como generados en esas ciudades, recibiendo por tanto mayores devoluciones del Estado, en detrimento de otras comunidades más pequeñas, según el criterio de la llamada «balanza fiscal». O quizá, de repente, tomen conciencia de la injusticia y se las obligue a tener sedes en cada estado, para tratar de compensar. Demasiado problemático. Los grandes serán más grandes y los pequeños más esclavos, y además no podremos quejarnos porque la ley quedará establecida.

Valga lo anterior como ejemplo de los muchos problemas y dificultades que habrán de encararse, por citar uno de los artículos —el número 2— más ansiados de revisión por los «regeneradores de la política», a los que nada importan nuestros problemas y que, como los indios de las películas de «gichos», se entretienen haciendo fuegos, en los que dibujan cortinas de humo, para dejar pasar el tiempo sin hacer nada por mejorar su vida —la de usted; la de ellos ya la han mejorado— y la mía.

Carecen de ideas y, lo que es peor, de experiencia vital porque sus sueldos son astronómicos comparados con los nuestros y no son capaces de ponerse en nuestro lugar. Su único interés es mantener el mayor tiempo posible su situación privilegiada. Cada uno emplea su método. Estudiados silencios o palabrería, que llegan a las emociones pero nunca a los estómagos. Pero todos a lo mismo: tenernos entretenidos con majaderías, que hasta pueden llegar a calentar la cabeza a unos pocos exaltados pero que ni a mí ni a usted nos resuelven nada.

«Pan y circo», decía el imperio que dominó el mundo. Ya sabían que era sencillo controlar a las masas. Pero ahora, en este nuevo Imperio de Occidente y concretamente en este desmembrado y diminuto pedazo de tierra que es la nueva Hispania, sus patricios han entendido que ni siquiera hace falta pan; con circo es más que suficiente.

Feliz Navidad, o Solsticio de Invierno. Como usted prefiera porque dependiendo de la elección se llenará o no su despensa.

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