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AL TRASLUZ EDUARDO AGUIRRE
León

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L eo en periódico que la ciencia está a punto de conseguir retrasar el envejecimiento en un porrón de años. No será esté columnista quien brinde por ese eureka, por lo menos no hasta que el invento esté muy perfeccionado. Porque siempre hay letra pequeña, un efecto secundario. ¿Consistirá el logro científico en quedarte como estás cuando empiezas a tomar el jarabe, sea cincuentón, sesentón u octogenario? ¿En hacerte rejuvenecer? Porque a mí que me dicen que me regresan a la adolescencia y me tiro al monte. Mi señora madre también, pero en otro continente. Tampoco recuerdo mi infancia tal gran bicoca, como para añorar volver a ella. Fui un Charlie Brown sin Snoopy. Mi Edad de Oro comenzó cuando conocí a mi mujer. Y en ella sigo. Por supuesto, la mayoría de los medios de comunicación le han echado sensacionalismo a la noticia y han titulado con referencias a la inminente inmortalidad que nos espera cuando el fármaco esté comercializado. Pero lo único que podrán es esconder nuestras arrugas debajo de la alfombras de la piel. Por supuesto, cuando sea centenario agradeceré que una pastillina me ayude a no olvidar dónde he dejado la cacha, pero ¿para qué quiero a esa edad bajar los escalones de tres en tres o silbar a las señoras en Ordoño, si no lo hice de joven? Zsa Zsa Gabor ha muerto a los 99 años. Estuvo casada nueve veces. Si hubiese vivido un poco más, le propone a Kirk Douglas fugarse a Las Vegas. Era de genes zumbones.

Según algunos científicos, podríamos vivir un siglo y medio. Ahora bien, ¿cómo y para qué? Una cosa es conocerte a ti mismo, que lleva su tiempo, y otra terminar provocándote bostezos. El leonés Fernando Montes es autor de uno de los mejores relatos sobre las consecuencias de no morir, Pacto entre tinieblas, incluido en su Eros versus Caronte . La buena prosa no necesita venderse al diablo para permanecer. Como se proclama en la canción de Casablanca : «Lo esencial es lo que permanece/ mientras el tiempo pasa». Insisto en ello: no morirse nunca ha de ser un tostón insoportable. Incluso durar unos siglos. Nada, nada. Ni pasarse, ni quedarse corto. Para eternidad, mucho mejor ir al cielo. Me han dicho que el desayuno es excelente. Y además siempre paga la casa.