La cultura de la irrelevancia
N o es por darme pote, pero una vez cené con Martin Amis y su mujer. Se llama Isabel, es uruguaya y fantástica. Fue en esos años en los que parecía que León se iba a librar de la profecía autocumplida. Luego resultó que no, que la fatalidad sigue su curso y es más difícil darle esquinazo que hacer mutis en una noche de borrachera. Durante la cena hablamos de muchas cosas, pero recuerdo que Amis se refirió a la sociedad de la nada. Lo hizo a costa de nuestra conversación sobre Victoria Beckham. «No entiendo la razón de su notoriedad pública», se preguntaba Isabel Fonseca, y reflexionaba acerca de su capacidad para obtener relevancia pública gracias a su irrelevancia personal y profesional. La sociedad de la nada, decía el escritor, una sociedad basada en la inconsistencia, en la ligereza, en la ignorancia, en la frivolidad. Años antes ya lo había predicho Milan Kundera. La insoportable levedad del ser no sólo se refiere a la fugacidad, a la aparente banalidad de la existencia, sino al cambio de los significados vitales a los que nos han arrastrado las nuevas formas de vida. Las relaciones, por ejemplo, el trabajo, por ejemplo, la amistad, por ejemplo, el amor... Vivimos en un lugar en el que parece que la felicidad se logra comprando un tiquet hacia la ligereza, en la que el peso es un estorbo: «La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será», dice Kundera, sin embargo. Y aún, hemos convertido la muerte en algo ligero, como si por el simple hecho de no soportar su mirada le concediéramos la capacidad de desaparecer. Cuanto más cerramos los ojos ante ella, más insignificante se vuelve todo, como este mundo, en el que la notoriedad se consigue a costa de la insignificancia. Las noticias se construyen a costa de ‘nadas’. Una niña de quince años celebra su cumpleaños y sus padres invitan por Facebook a todo el que quiera acudir. Miles de idiotas lo hacen y cientos de cadenas en todo el mundo lo convierten en portada.
Supongo que desde su refugio en Uruguay, Martin Amis e Isabel Fonseca también lo habrán visto y puede que, como yo, se hayan acordado de nuestra conversación de aquella noche. Aunque esto, también, es una irrelevancia.