TRIBUNA
El infierno de los malditos en León
L eón, a pesar de que hoy bien parece que un juez nos hubiera embargado el futuro, es una fábrica de exportación de talento. Como ejemplo les cuento que, igual que si yo fuera un ángel infiltrado entre individuos de provecho, voy y llego, de la mano del médico de familia de aquí, psicoanalista y escritor Luis Salvador López-Herrero, a uno de los grandes templos del psicoanálisis madrileño para la presentación del libro del citado autor El infierno de los malditos, Conversaciones con el mal. Tomo 1 (Ed. Eolas).
El lugar, un primer piso amplio en el centro del mundo lacaniano, o algo así, está razonablemente concurrido pero el autor, elegancia displicente, bufanda que no abriga, anillo sello en el meñique, maneras antiguas si es que la caballerosidad es algo antiguo, rebeldía moderna si es que la melena larga que atempera la oficialidad es algo moderno, parece mirar a la platea como si entre los presentes brillaran también las ausencias... Pero muda al momento la mirada al ser recibido por las celebridades del lugar.
Como en los buenos poemas hace calor o amor. Me siento atrás, en la fila de asientos más alejada de Dios, tratando de que no se note que no he venido en calidad de paciente. Hay algo en el lugar de extraoficial, clandestina, entrañable, embajada de Argentina en Madrid. Y la presentadora de los presentadores, Pilar Berben, da la bienvenida, describe el argumento de ficción de la novela filosófica (un psicoanalista francés desencantado y exiliado por voluntad propia que ha venido a Madrid para retirarse e investigar sobre el mal como troquel de la Historia), y pondera su rigor especulativo, y su erudición, y su hondura. Y pronto, con humildad infrecuente y, casi, traslaticia, ejecuta un redoble verbal como para colocarnos a todos ante una guerra, una muerte, un amor o una aventura… Así da paso a los dos primeros espadas de esta plaza.
En primer lugar Sergio Larriera, un tipo inteligentísimo y de verbo arrollador y pelambrera desgobernada y formato de poeta bohemio demasiado gordo para el arte pero asimismo dotado de ese fino éxtasis de la lucidez que es la ironía, hace alarde de una lectura exhaustiva del meritorio texto, al cual califica de obra entrópica, y pone el acento especialmente en el tratamiento que el autor hace del personaje de Alcibíades, y nos apabulla con las citas y referencias… Como fumarse un cigarrillo liado dulcemente que nos hace captar las interconexiones es escuchar a Larriera.
Y ya Gustavo Dessal, que recién acaba de quitarse una gabardina de antes de todas las guerras y algo le queda de ese acto en su ponderada forma de hablar nadando y guardando la ropa, nos habla del ensayo novelado así, con precisión suiza y meticuloso análisis, que la brillantez no se note, que la pasión no conste en acta, como controlando el afecto que también subyace en su estimulante discurso para que no le haga estorbos al rigor: todo para acabar al fin abandonando en la cuneta su posición neutral de analista para dar las gracias al autor «por un libro tan bello y que le hace un enorme favor al psicoanálisis». Habla ya el autor mientras yo pienso que es este hombre de saberes multidisciplinares es un lujo para León. La velada resulta ser alimento para la inteligencia y los sentidos. Al final mi corazón da las gracias mientras aplaudo al unísono bajo el cielo como con luz de cárcel de Madrid que algo tiene en esa tarde de alumbrado de posguerra…
Ahora acaba de presentarse aquí en León, en la sede del Real Aeroclub, el Tomo 2 de este gran libro también auspiciado por el impecable trabajo de la Editorial Eolas (otra agencia de trasportes del talento leonés exportable). El trabajo en su conjunto (en el cual el personaje central dialoga con protagonistas fascinantes de la historia como Inocencio III, Maquiavelo, Don Juan, Sade, y Rimbaud, etc, y pone un especial acento en las mujeres) es un tratado de escepticismo que presenta al ser humano parlante como una máquina de creencias manejado a lo largo de la Historia por el mal institucionalizado, el cual se sirve de conceptos como el progreso sin límites, la libertad posible, la utopía y la fe ciega para manejar nuestras pulsiones y síntomas con el fin de que los malditos se perpetúen.
Quiero recomendar la lectura de este libro-metáfora, de este libro reflejo del talento que tenemos y pocas veces reconocemos, a quienes en León aún crean que también aquí la inteligencia es el instrumento de que dispone el ser humano para refinarse y mejorarlo un poco todo… Felices fiestas.