TRIBUNA
Pues ahora…. la Iglesia
N o podemos estar un ratito tranquilos. Será el temperamento, será la inquietud, será que no nos gusta, pero pareciera que necesitamos estar siempre dando la brasa. Ahora le ha tocado a la Iglesia.
Los partidos de izquierdas, siempre, han estado incordiando con los temas de la iglesia. Es una querencia congénita. Cuando no es querer quitarle importancia, es buscarle las vueltas para que siempre esté en el candelero. En el candelero malo, claro. Que si la asignatura de religión deben estar o no estar, que si España es católica o laica. Cualquier motivo que permita hablar de la Iglesia y hablar, como es norma de la casa, ya me entienden, siempre con la crítica atizando. En fin, es lo que hay.
Ahora estamos buscando las vueltas a la financiación de la Iglesia. Que si es o no es una subvención, que si es justo lo del 0’7% que puede usted señalar en su declaración de la renta, que si la Iglesia hace esto o lo otro con el dinero que ingresa por distintos cauces. Que si tiene que intervenir el Tribunal de Cuentas, en fin.
¿Vamos a estar siempre así? Para la gente que continuamente o periódicamente está sacando estos temas, parece que le va la vida en ello. No dedican ni un segundo a temas flagrantes relativos al dinero no ganado en buena lid, sino conseguido vaya usted a saber como. A eso no hay que dedicarle tiempo. A la Iglesia y a su dinero, sí. Gran injusticia que ellos no ven porque no les interesa verlo.
La Iglesia, se está convirtiendo, en nuestro país, en un tema recurrente que, ya digo, from time to time, hay que sacarlo a pasear.
Y, la Iglesia, que siempre atiende y responde a las críticas, sale a la palestra y explica con razonamientos serios y verídicos, todo lo explicable para que los «protestones», conozcan la verdad de las cosas. Incluso la Iglesia, pone herramientas con auditoras internacionales para no escatimar en transparencia. No importa. Ellos saben más. Personalmente, pienso que la conocen, la verdad, pero no la reconocen en público, no sea que les llamen carcas, cosa que sería inaceptable a los que presumen de progres.
Pero es, de verdad, inútil. Cada año, como si se tratase de una celebración festiva nacional, vuelve la burra al trigo y tenemos que volver a poner las cosas en su sitio. Sucede, además, que muchos de los que levantan la voz para protestar han estudiado en colegios religiosos, antes de ir a la Universidad, y, a pesar de ello, o, precisamente por ello, les va la marcha y la protesta y se hacen oír, cuanto más alto mejor.
Pero es un argumento cada vez con menos fuerza. La gente, ya muy preparada, es consciente de este tipo de protestas que, al final, se quedan en nada porque nada importante son. Llegará un momento que la gente, esa gente «protestona», se rinda a la evidencia y, naturalmente sin confesar su error, irán dejando de levantar la voz y se impondrá el silencio.
Nuestro pueblo, nuestro país, que tan listo es para muchas cosas, y lo tiene sobradamente demostrado, de vez en cuando cae en errores que son más pueriles que, de verdad importantes, y se enzarza en defender o echar abajo lo indefendible, si usamos el sentido común.
No es queriendo modificar la financiación de la Iglesia como vamos a ser valorados por nuestro entorno, No es por ahí. Insistir en cumplir la leyes aprobadas, pensar en nuevas que trabajen a favor del ciudadano, respetar de verdad los derechos humanos, hacer que nuestra Justicia sea más justa y más rápida. Esos son items, con los que debemos sentirnos en deuda. Eso debemos intentar solucionar cuanto antes. Y eso sí será ejemplo para otros países de que en el nuestro, en España, las cosas se hacen bien. Y nos hará ser reconocidos por la comunidad de nuestro entorno.
Dejemos, por favor, los temas menores, a un lado y nos dediquemos a solucionar los grandes problemas que tenemos, que sí tenemos. Y que no son pocos. Con eso vamos a lograr mucho más de lo que suponemos y, además nos vamos a acostumbrar a que los problemas importantes son los que deben tener prioridad de solución, las cosas pequeñas, pequeñas son.
Y la Iglesia, abierta para los practicantes de su religión. Nadie nos obliga. Y nadie nos debe prohibir. Por eso somos libres.