La vajilla de los elefantes
La última vuelta del decreto ministerial que pretende disuadir de pasar por el juzgado a los afectados por el abuso de las cláusulas suelo mudó su nombre a la quinta semana y salió del Consejo de Ministros como Medidas urgentes de protección a los consumidores, en vez de con aquella atrabiliaria y grotesca etiqueta de Código de buenas prácticas, con el que pretendió aprobarlo el ministro De Guindos. Pero sigue dejando a discreción del condenado, que en este caso es la banca, la transparencia u opacidad de aquella argucia.
A pesar de las condenas sucesivas del Supremo español y del tribunal europeo. Es como si el asunto ya juzgado y resuelto volviera para su sentencia definitiva al delincuente. O sea, el viejo truco del refranero de encomendar a la zorra que cuide a las gallinas o a los elefantes que se encarguen de la vajilla. Y más allá de las consecuencias prácticas inmediatas de este invento ministerial, que ya de salida implica y salpica al cautivo socialista, lo realmente demoledor del intento es que deja al descubierto hasta qué punto los políticos habitan otra esfera, situada a distancia sideral de los afanes y padecimientos de la gente común. Porque no creo que muchas víctimas de este engaño vayan a recurrir para solucionarlo a quien ya les atracó una vez. Y no son palabras dichas con estruendo gratuito, aunque suenen fuerte, sino ajustadas a los manejos del caso.
Ciertamente, no contribuyen a desbrozar el camino prédicas interesadas como las de Javier Rodríguez Pellitero, secretario general de la Asociación Española de Banca. Aunque al menos él no oculta para quién trabaja. Lo penoso e irritante sucede cuando ministros o diputados, a quienes obliga el principio de buscar el bien común, hacen el indio. Y en ese ejercicio no están solos Saura o De Guindos. También ha echado su cuarto a espadas con la ola de frío el ministro energético Álvaro Nadal, quien a poco que se esmere va a terminar haciendo bueno a su predecesor el infame Soria.
Este pimpollo de la Castellana ya ha concedido un incremento del recibo eléctrico en cien euros anuales porque no llueve ni hace viento. No se le ocurre, a pesar de ser competencia suya, pensar en el carbón nacional, que es el ingrediente más barato y disponible del mix energético. En la actualidad, las térmicas están quemando lo que quedaba, porque la actividad minera se encuentra casi paralizada y se ha producido el esperado repunte de precio del carbón importado. ¿Qué hacemos ahora con este ministro que mira con espanto a la minería, como sucio residuo decimonónico? Por eso, no interviene ni se acuerda del carbón, mientras nos cuenta las desdichas del calendario. Como si a él lo hubieran puesto ahí para comentar las incidencias del tiempo.