FRANCAMENTE
Las aguas por su cauce
Ha sido que Marín y sus chicos comenzaran a bailar la danza de lluvia y se ha puesto jarrear. Que por otra parte, es lo normal en estas fechas. Como lo será también que, dentro de esa normalidad, en cuestión días, o a lo sumo de semanas, estemos sacando la bandera blanca en señal de rendición e imploremos auxilio porque nos ahogamos.
E igual que las aguas comienzan a volver a bajar por esos cauces secañosos, la normalidad de estas fechas se comienza a apoderar de esta triste comarca nuestra. Porque como tal se puede calificar que a esas alturas de año se estén encendiendo fogones a diestro y siniestro para entregarnos a la habitual bacanal de botilladas (lo del oficio de mantenedor cotiza al alza ante tanta oferta de plazas en las que torear).
Pero si hasta parece que las cuencas opositan a ser lo que eran por obra y gracia de esa barra libre que han tenido las térmicas en las últimas semanas o meses. Barra libre que, dicho sea de paso, como no podía ser de otra forma, terminarán pagando los de siempre (viva la normalidad).
Con total naturalidad ya se va aceptando lo de los tropiezos de la Deportiva, dejando como un recuerdo borroso o en un simple sueño, lo de haberse sentado a la mesa de los grandes.
Nada extraño resultan tampoco los navajazos entre socialistas. Por eso en su última escaramuza cainita, la que ha tenido a la aspirante andaluza a ser la dueña del cortijo de Ferraz como objetivo y a la agrupación de Camponaraya como damnificada, tampoco cabe lugar a la sorpresa.
Igual que no causa extrañeza que los hermanos de vino de nuestra Denominación de Origen más viajera —esos capuleto y montesco que son los cooperativos y los privados— hayan dado una nueva muestra que, para hablar de lo suyo, más que definirlo como maridaje, hay que tirar de tópico y recordar la imposibilidad de mezclar el agua y con el aceite.
Si acaso de excepcional se puede tildar, por el revuelo que ha levantado entre el gentío ponferradino, los de los cocineros televisivos. Una excepcionalidad, que rápidamente, alguno o alguna se encargó de enfangar con una sobreactuación fuera de lugar. Pero eso, tal y como está el mercado estos días, también es normalidad.