Diario de León
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NUBES Y CLAROS. MARÍA J. MUÑIZ
León

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Ya lo dijo el sabio, supongo que hoy patrón de los mediáticos meteorólogos todos: ‘¿Lloverá o no lloverá? Todo depende del tiempo’. Y en esas estamos, escudriñando la nube. Antes era el campo el que miraba al cielo, esperando el agua mansa a tiempo y el sol cuando corresponde; temiendo la helada a deshora y ‘la piedra’ que arrasaba cosechas en maduración. Después se sumó a la contemplación del firmamento el turismo, encomendado al capricho del viajero-lagarto, que brota con el buen tiempo e hiberna con el chaparrón y la ventisca. Qué decir del negocio del esquí al que hemos fiado parte de la economía montañesa, justo ahora que le da por no nevar cuando debía, y si acaso dejarnos el ansiado manto cuando reverdecen las laderas.

Así estaban las cosas, unos esperando que llueva y otros que escampe, cuando el presidente Rajoy reveló a la nación que las cosas climatológicas podían encomendarse como antaño a los santos, las procesiones y los conjuros; pero que desde luego no eran cosa del Gobierno. «Parece que va a llover», espetó por toda justificación al despropósito del farragoso mercado eléctrico, sus históricos portazgos y los cacareados aumentos de precio, para solaz de las contabilidades de las todopoderosas eléctricas. Pues ya llueve. ¿Y?

Aunque para borrasca, negra y amenazante, la del huracán Trump y su escalada de despropósitos. No tiene límite, aunque en pocos días creo que ha sobrepasado incluso lo legalmente admisible. De ética no hablamos. Justificar la tortura a las pocas horas de creerse al mando del mundo supera todas las macabras expectativas. Desde luego, si a mi me aplicasen las técnicas detalladas por el magnate-gobernante, firmaría ya mismo que me llamo Islero, soy de Miura y maté a Manolete. Si a esto se suma que en Rusia pegar a la mujer «sin pasarse» entra en los límites legalmente admisibles, cabría preguntarse si no estamos involucionando al galope hacia la caverna.

Preocupa, más que todo eso, el silencio de los demás. Ojalá no estemos ante una hornada de gobernantes que tenga que arrepentirse más por lo que calla y consiente que por lo que ejecuta, acierte o se equivoque.

Son tiempos de tormenta. Santa Bárbara, ahora que la minería te deja tanto tiempo libre, cuídamos del rayo. O al menos, protégenos del estruendo de la estupidez y el absurdo.

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