Diario de León
Publicado por
MARINERO DE RÍO. EMILIO GANCEDO
León

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Yo no sabía que hubiera tantas cosas que pudieran contener restos de ese producto que mi abuelo pronunciaba cacagüeses y que a mí me parecía algún raro manjar tropical. Yo no sabía que, además de ese redondo fruto seco, los alimentos preparados más variados pueden (y resulta inquietante su valor de contingencia, ¿lo contienen o no? ¿y de qué depende que unos porten esas migachas y otros carezcan?) contener trazas de cosas tan dispares como leche, huevos, granos de sésamo, frutos de cáscara (¿pero con ella o sin ella?), pescado (¿pescado?), soja, altramuces… Nunca ese humilde término, trazas, había alcanzado tanta ventura histórica, y con su aspecto de partícula atómica, de cacho poco importante, ha ido conquistando todos los botes, cajas y paquetes de nuestras cocinas. Aparte del ligero mal rollo que causa la advertencia, indicio de que la industria alimentaria no es tan sana ni tan cabal como se pinta a sí misma —y es buenísimo que tengamos esa desconfianza crítica tratándose del manduque—, los rotulillos en cuestión dan ideas para otros ámbitos.

Porque su empleo viene dado por la necesidad de los fabricantes de guardarse las espaldas ante alérgicos e hipersensibles, aunque yo creo que están aún muy desaprovechados. El ‘puede contener trazas’ debería usarse más y mejor para alertar de las posibles presencias, procedencias y causas de lo que diariamente usamos o nos zampamos. Este o aquel alimento puede contener trazas de lágrimas, al haber sido producido por una gran corporación que echó a los campesinos de sus tierras con presiones, compras abusivas y violencia. El metal con el que fue fabricado este teléfono móvil puede contener trazas de sangre, de la mucha sangre vertida en África a causa de las guerras por hacerse con los preciados yacimientos de coltán. Las frutas o legumbres que van aquí dentro pueden contener trazas de despoblación y desertificación en su propia provincia, señor, al haber germinado al otro lado del mundo en vez de en la finca de al lado de su casa, aunque la etiqueta gorda (es a lomos de la letra pequeña donde suelecabalgar la verdad) diga, engañosamente, otra cosa.

Todo este sistema puede contener una inmensa y jodida traza: unos viven bien, tan bien, porque se comen lo que les haría falta a los que no tienen nada.

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