Diario de León
Publicado por
panorama José María Calleja
León

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L o que fue definido por uno de sus fundadores como una fábrica de amor, ha pasado en demasiado poco tiempo a convertirse en un trasiego de odios. Podemos ofrece hoy un cuadro clínico muy parecido al PCE previo a las escisiones, a la IU de la eterna lucha a garrotazos, muy lejos de la fraternidad con la que se autodefinían cuando decidieron asaltar los cielos. Creados como un frente de rechazo y un estado de ánimo, su actual zafarrancho de broncas, purgas y dimisiones viene en gran medida de la estrategia impuesta por su gran timonel tras las elecciones generales de diciembre de 2015.

Definidos para ganar el partido en el primer set, pensaron —pensó Iglesias— que serían los primeros en unas nuevas elecciones por el efecto multiplicador del voto que les supondría, vaticinó, la suma con IU. Así, se despreció la posibilidad de convertir a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno porque Iglesias decidió que él sería el presidente. Un millón de votantes huyeron de la estrategia de unión con IU que, en vez de sumar, restó. Aquí se produjo no el primer encontronazo con Errejón, pero sí una fractura que no ha hecho más que crecer hasta hoy.

La purga de Navidad en Madrid, fabricada por Pablo Iglesias, el «así no, Iñigo», advertencia del tipo «te voy a meter una autocrítica que te vas a enterar», y con el que se certificaba quién manda en el partido aceleraron las discrepancias hasta la excitación actual. Uno de los fundadores dice por toda España que Errejón es un ansioso ambicioso, que quiere mandar, cosa que al parecer no desea Iglesias. Cuantas más denominaciones han surgido dentro de Podemos en este proceso, más crudo se ha hecho el enfrentamiento entre los fundadores, hasta llegar a la foto del Congreso de los Diputados, que siendo hostil, será más amable que la que salga del congreso de febrero.

Los denostados aparatos de los partidos se han reproducido también aquí como voraces maquinarias para aniquilar al contrario. Rita Maestre acusa a Pablo Echenique de haber dado un golpe burocrático y a Errejón le ponen el cartel de ser una especie de infiltrado del PSOE. No falta ningún ingrediente, los vínculos personales, presentes o pasados, atizan las diferencias sobre esa levadura fundamental en cualquier conflicto entre humanos: el despecho, el sentirse traicionado. El congreso de febrero, convocado para presentarse como alternativa de gobierno, puede certificar a Podemos como un partido dividido y seguro opositor.

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