Diario de León

CUARTO CRECIENTE

‘Poncerrada’

Ponferrada

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Todo esto me lo cuenta Eduardo Fernández, que tiene más años que yo —no muchos más, en realidad— y conoció una Ponferrada que ya no existe. No les hablo de aquella Ciudad del Dólar que creció a la sombra del wolfram y del carbón y de las grandes obras de Endesa, sino de otra posterior. La ciudad igual de bulliciosa de los años sesenta y setenta. La de los ochenta y también los noventa. Una ciudad próspera todavía, que se ha desinflado después del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la crisis de la minería, la privatización de Endesa y la caída en desgracia de la Fundación Ciudad de la Energía.

El centro aquella urbe estaba en la plaza de Julio Lazúrtegui. Y las arterias principales eran la avenida de la Puebla, verdadera ‘milla de oro’ comercial, la calle Gómez Núñez y la avenida de España, que aún mantiene el pulso hoy como lugar de paseo gracias a su peatonalización, pero vivió tiempos mejores.

Me cuenta Eduardo que en aquella plaza de Lazúrtegui no había acera sin terrazas. Era la plaza de los bares y las cafeterías —Moderno, Nagasaki, El Bolo, Niza, Caballero— y del Teatro Edesa, el cine más famoso de la ciudad junto con el Morán, a sólo unos metros en la vecina calle Camino de Santiago.

Hoy no ya no quedan terrazas. Cada vez hay más locales vacíos en la zona, tiendas de ropa cerradas o a punto de cerrar. La avenida de La Puebla, llena de edificios viejos y negocios antiguos, se parece cada día más a una zona deprimida. Y la calle Gómez Núñez, a la espera de que se concreten los planes del Ayuntamiento para reurbanizarla, va por el mismo camino.

Hoy la ciudad más joven, con más energía, se está desplazando al barrio de La Rosaleda, con sus casas nuevas, sus negocios modernos en el Bulevar de Juan Carlos Primero y el centro comercial El Rosal, donde la gente compra a cubierto y va al único cine que queda abierto en la ciudad.

El latido de Ponferrada, ‘Poncerrada’, comienzan a llamarla, se ha traladado a un lugar que hace veinte años era un descampado. Y es una paradoja que los terrenos que durante décadas bloquearon el crecimiento urbano sean hoy un reclamo que empieza a dejar vacío el centro de la ciudad.

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