AL TRASLUZ
Los osos no tuitean
Leoneses y asturianos, primos hermanos. Osos y leoneses, siameses. Nada que objetar a tales parentescos. Ahora bien, en cuanto a los animalotes salvajes, cada uno en su hábitat y Dios en el de todos. Juan Carlos Suárez-Quiñones, consejero de Medio Ambiente y leonés con buena planta, ha anunciado que están elaborando un protocolo de comportamiento ante los plantígrados que se acercan a nuestras poblaciones. Muy acertada iniciativa. Hemos de saber qué hacer si nos topamos con ellos, si debemos huir hacia la derecha o hacia la izquierda, si volar o quedarnos paradines. Bienvenido sea, pues, tal protocolo de prudencias. Nunca se sabe. Si te aborda un oso con mal gerol, que los hay, no libras con argumentarle que de niño no te perdías una de Yogui. En cambio, te salvará llevar en la carterina unas pautas de la Junta. Además, claro, de unas buenas playeras. Y eso que los de hoy no son como los de ayer. En el Medievo, ya sólo con el primer rugido te sesgaban la cabeza y los bajos. Hasta Sancho Panza, en la capítulo XXXIV de la Segunda Parte del Quijote, recuerda haber escuchado cantar el romance: “De los osos seas comido/ como Favila el nombrado”. Eran otros tiempos y otros osos. Aún así, lo admito, si voy paseando por Ordoño con Suárez-Quiñones y, de repente, irrumpe uno nadie me podrá reprochar que le susurre al animal: «Me han dicho que la corbata de consejero es bocatto di cardinale». En cambio, don Juan Carlos, recordaría enseguida a qué santo dice el protocolo de Medio Ambiente que hay que encomendarse en tal situación. Los juristas tienen memoria de elefante.
Y cómo no recordar de nuevo al osiperro de Prioro, divisado —o no— por vecinos. O el apoteósico y tarantinesco final de «La venganza de don Mendo», gran astracán que transcurre en nuestra tierra, cuando el protagonista, puñal en mano, clama antes de clavarse a sí mismo el frío acero: «¡Fuera ocioso!/ ¡Ved como muere un león/ cansado de hacer el oso!». Algunos, ay, no sólo son incansables en esto de hacerlo sino que llegan hasta el virtuosismo.
Pese a todo, los plantígrados suelen ser bastante predecibles, dentro de su irracionalidad. Por supuesto, lo son mucho más que Trump. Y eso que los osos no tuitean osadías.