Diario de León
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ERNESTO ESCAPA
León

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Amenudo, la simple mención de los nombres de algunos pueblos supone un rasguño para sus naturales más sensibles. Le pasaba a Federico García Lorca, que llevó fatal sus estíos en Asquerosa (más tarde, Villarrubio) y le ha ocurrido a mi lector desde Barcelona Ángel Valladares, molesto por la turbiedad que atribuí a los nombres del río Porcos, de Culebros y Porqueros. De ahí, el desparpajo que suele darse para mudarlos. Ahora vivimos el proceso derivado de la Ley de Memoria Histórica, pero nuestro nomenclátor provincial ya hace tiempo que quitó a Bárcena el colgante del Caudillo por el más lógico del Bierzo.

Tampoco le gusta al político popular Maíllo que le recuerden el nombre histórico del pueblo zamorano en el que ejerce como alcalde a distancia. Aquel lugar de la Tierra del Vino que ahora llaman Casaseca de las Chanas se tituló antes Cagajones y Roelos del Campo. Nombres poco finos para un asistente de Rajoy. Pero no son los zamoranos los únicos que visten a sus pueblos de domingo. Es verdad que también a Garrapatas lo bautizaron como Santa Eulalia de Río Negro, pero los leoneses tampoco nos quedamos atrás al mudar Sacaojos en Palacios de la Valduerna.

Otros cambios obedecen al deseo de adornar un pasado hortelano que se considera saludable pero vulgar para los nuevos tiempos, como Alija de los Melones, que se apellida ahora del Infantado, o Castrillo de los Nabos, que pasó a ser Castrillo de la Valduerna. Tampoco Cebolla aguantó en la Moraña abulense, vestido ahora como San Cristóbal de Trabancos. Curiel y Fresno cambiaron el colgante de los Ajos por los de Duero y Ribera. Sin embargo, El Ajo mantiene su nombre y sabor en Ávila.

Tampoco faltan los disimulos de corrección política, como el conato de relevar Matajudíos por Cabezón en el apellido del burgalés Castrillo, en homenaje a su ilustre hijo Antonio de Cabezón. Décadas atrás, paró la iniciativa la Academia de la Historia, porque Matajudíos nada tiene que ver con persecuciones. Pero hace un año la mudanza se consumó en Mota de los Judíos. Aunque el lavado toponímico no siguió con el palentino Matamorisca o el leonés Matamoros. Por no mencionar la persistencia de nombres ofensivos para la nueva conciencia ecológica, como el leonés Matalobos, el soriano Matalebreras o los abulenses Moraleja, Villar y Blasconuño de Matacabras.

Otras veces, opera la cursilería, como ocurrió en la mudanza del salmantino Barba de Puerco en Puerto Seguro. Aunque tampoco en este percal hay criterios fiables: Mientras Vega de Perros mudó en Vega de los Caballeros, el berciano Villaviciosa de los Perros siguió ladrando y San Pedro de los Borricos se ahogó con el embalse de Luna. En cambio, Cabañas del Portiel de don Fernando se resumió en Cabañas Raras.

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