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Publicado por
LA GAVETA CÉSAR GAVELA
León

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P onferrada es, acaso, una de las ciudades de España más pendientes de su población. Eso viene porque hubo un tiempo en que el pequeño burgo menestral de siete mil habitantes, la ciudad que era, sobre todo, un lugar ferroviario y agrícola, se convirtió en una urbe horrenda y poblada, llena de humo, carbón, hierro e ingenieros presumidos (y con la carbonilla en la cabeza, como todo el mundo, aunque ellos la llevaban con más estilo). Se convirtió en eso que ya es una especie de maldición metafórica, ese rollo de la Ciudad del Dólar. Y bueno, sí, uno por edad la recuerda. En la infancia. El enorme lugarón gris, lleno de trenes negros que lanzaban humo por todas partes, trenes de la Renfe, trenes que iban a Laciana y otros trenecillos que bordeaban la insólita Montaña de Carbón.

Todo eso murió hace mucho. Y no podemos cavilar en que esa pujanza va a volver, mágicamente reconvertida Ponferrada en una especie de pequeño nuevo Silicon Valley. Debemos cambiar esa mentalidad nostálgica, que aún subsiste y que nos lleva a imaginar el advenimiento una gran multinacional deseosa de instalarse en el polígono del Bayo, que tan lejos está de los puertos de mar. Ojalá eso sucediera por otra parte, pero parece que no. Y mientras tanto, hay demasiadas lamentaciones, tan rutinarias como inútiles.

Pues bien, existen ciudades maravillosas en Europa que no llegan a los cincuenta mil habitantes. Y donde sus vecinos viven felices y contentos, con lo que tienen, que por otra parte, tanto cuidan, defienden y divulgan. Hay cientos de ejemplos. No se trata de crecer y crecer, sino de perfeccionar lo que hay, que es mucho. Porque Ponferrada es una ciudad llena de servicios, parques y mejoras de toda índole. De centros cívicos, de lugares excelentes. El casco antiguo, además, ha quedado espléndido, aunque queda mejorar algunas zonas. En todo caso, la ciudad ofrece un hermoso escenario, incardinado en un paraíso como hay pocos, que es el Bierzo. Así pues, seamos felices, sin perder el espíritu crítico. Y para ser felices hay que vivir con la cultura muy cerca. Porque si no somos como una especie de gregarios animalitos urbanos, sin gracia ni interés. Hay que ahondar en el misterio de vivir, hay que recorrer el Bierzo a conciencia, hay que leer más, escuchar más música, disfrutar de la ciudad de otro modo, conocer mejor su historia sin caer en penosos localismos folklóricos. Hay que estar en Ponferrada de otra manera. Se puede hacer, poco a poco. Y sin escudriñar tanto al censo. ¿Qué más da tener 75.000 habitantes que 65.000? Hay que recrear la urbe, embellecerla en la memoria y en el tiempo actual. Vivir más en el presente y buscar la lírica, no solo el botillo, aunque también. Buscar la esencia, y no ponerse nerviosos, ni caer en jeremiadas inútiles. Y, claro, hay que ayudar a los que lo pasan peor. Eso es lo más importante de todo.

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