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Publicado por
cuerpo a tierra. antonio manilla
León

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Uno puede entender que el precio de los derivados del petróleo, al fin y al cabo efímero, fluctúe, suba y baje según las leyes de la oferta y la demanda, que es como decir «según se agota». Pero la electricidad, el precio de obtención del kilovatio, debería haber disminuido de modo continuo, al paso de la evolución técnica de los medios de generarlo, que los ciclos combinados de hoy en nada se parecen a los de aquellas fábricas de luz de las aldeas gracias a la labor de científicos e ingenieros que han ideado modos y maneras cada vez más eficientes para extraer energía de los cuatro elementos: el aire, la luz, el agua y el fuego. No es un recurso finito, sino renovable a voluntad, cuyo coste no debería haber hecho otra cosa que reducirse al ritmo de las mejoras técnicas para su obtención.

Y, sin embargo, aquí estamos a verlas llover para que la factura adelgace un poco, recibiendo cada dos por tres a los enojosos comerciales que llaman a nuestra puerta pidiéndonos que les enseñemos nuestra factura para ofrecernos un tramo siempre más económico y tildarnos de poco menos que idiotas (toma liberalización, atiende al timbre) si amablemente declinamos porque tenemos que realizar alguna cosa que no sea escucharles a ellos, que están trabajando, vale, pero no comprenden que también hay gente que trabaja en casa o que simplemente está harta de escrutar descuentos microscópicos.

Porque, aquí está el intríngulis, de todo lo que abonamos por la luz, solo en torno a la mitad corresponde al coste real. El resto, que usted y yo sospechamos se va en pagar retiros de oro como asesores para políticos arrumbados, corresponde a conceptos tan maravillosos, sin entrar en tarifas milesimales, como impuestos (el mismo iva que el tabaco y el alcohol), amortización de déficits pasados, subvenciones a energías renovables y cogeneración. Toma nísperos, que decía Jaime Campmany.

Uno también ha leído por ahí esos sesudos artículos que nos explican a los paganos mortales que efectivamente las precipitaciones inciden en el precio de la electricidad, porque no es almacenable y sí voluble respecto a los vaivenes de la demanda. Vale. Si el precio de la luz depende de la lluvia, como se arguye, es de suponer que en Kuwait o en Egipto se alumbrarán con velas.

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