CUARTO CRECIENTE
La Casa Colgada
Es un viejo señor en lo alto de una roca. Un vestigio de piedra que ha resistido el paso de los siglos. Tiene a sus pies el valle del río Sil, que serpentea en busca del abrazo del río Miño, su hermano mayor. A su espalda se dibujan los Montes Aquilianos. La huella que ha dejado el oro de Las Médulas en el paisaje arcilloso también está muy cerca. Y parece un nido de águilas, una fortaleza inexpugnable, porque desafía a sus enemigos en la cima de un barranco que produce escalofríos cuando se contempla el fondo desde la cima.
Ese viejo señor, ese vestigio de piedra que da vértigo, es el castillo de Cornatel, la fortaleza desde donde se despeñó el Conde de Lemos en la novela de Gil y Carrasco, y ha perdido tres dientes estos días. Y digo dientes donde debería escribir piedras porque los tres cascotes se le han caído de la boca; del agujero en la pared de la Casa del Conde que respetó la restauración del año 2007, convertido en una suerte de mirador con vistas al Bierzo Central.
No es nada grave. Nada que no se pueda resolver con un poco de argamasa. El Castillo tiene otros problemas más urgentes. Tiene una Casa Colgada que cada día hace más honor a su nombre. Una casa pegada a la muralla, sobre una de las zonas más afiladas de la roca donde se asienta la fortaleza, donde se filtra el agua de lluvia. Es una casa sin tejado. Cuatro paredes desnudas que forman una balsa los días que llueve. La Asociación de Amigos del Castillo de Cornatel dice que cualquier día nos da un susto la Casa Colgada.
«En la Casa Colgada han caído piedras y nos las ha visto nadie», dice Daniel Fernández, el presidente de la asociación que nació hace dos décadas para alertar de la ruina que carcomía al Castillo.
Pero no vivimos en tiempos donde las piedras sean una prioridad. Hay otras cosas más necesarias. O al menos ese el discurso oficial. Porque ni la Asociación de Amigos del Castillo de Cornatel, ni el Ayuntamiento de Priaranza del Bierzo se han olvidado en todos estos años de reclamar la ejecución de la segunda fase de la restauración de la fortaleza. Habrá que esperar, quizá, a que la casa se descuelgue del todo, a que sus piedras rueden por el barranco, para que el Castillo de Cornatel vuelva a ser importante.