Diario de León
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PANORAMA JAVIER FERNÁNDEZ ARRIBAS
León

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R esulta bastante contradictorio para los ciudadanos que los políticos excluyan de un plumazo a todo un país del núcleo de decisiones de una organización como la Unión Europea.

Por supuesto que, durante los meses de incertidumbre política en España con el Gobierno en funciones y sin saber a ciencia cierta qué es lo que podía ocurrir, la concurrencia española en las instancias comunitarias correspondientes no ha faltado, aunque es cierto que el peso político y la influencia a la hora de tomar decisiones habían disminuido notablemente.

Los grandes europeos como Alemania, Francia e Italia se habían confabulado para tomar las medidas necesarias para mantener a flote la Unión Europea, e incluso, relanzarla, después del duro golpe por el Brexit tras el referéndum en el Reino Unido.

Los tres dirigentes europeos escenificaron algunas reuniones donde se adjudicaron la tarea de refundar Europa según su saber y entender, o, mejor dicho, según sus más directos intereses.

Curiosamente, fue la despedida europea que hizo el ya ex presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, el escenario donde España recuperó una silla que nunca debió de estar vacía para desconsuelo del antojadizo y ambicioso ex presidente del Consejo de Ministros italiano, Matteo Renzi, recientemente dimitido como secretario general de su partido.

Es una clara muestra del problema de liderazgo y gobernanza que ha sufrido Europa y muchos de sus países más relevantes.

Otro dimisionario, porque no se presenta a la reelección, es el presidente francés, Francois Hollande, quien ha reabierto en Málaga las puertas del núcleo duro de la Unión Europea a una España que, paradójicamente, ahora es más que ejemplo de estabilidad y certidumbre frente a la situación de sus vecinos.

Es cierto que al Gobierno que preside Mariano Rajoy le queda una prueba de fuego con la aprobación de los Presupuestos Generales de este año, un obstáculo que parece más o menos encarrilado para el interés de todos los partidos.

Agradecemos, como siempre, el papel paternalista hacia España de nuestro vecino galo que siempre pretende evitar que podamos alcanzar una situación capaz de equilibrar algún tipo de intereses en sectores estratégicos cono el de la energía, la seguridad, las infraestructuras; y, en definitiva, en lograr un peso político paralelo con una autoridad política y social ganada a pulso por una sociedad española que ha conseguido, con gran esfuerzo y sacrifico, superar dos graves crisis económicas-financieras e inmobiliarias en medio de un ambiente muy enrarecido por la corrupción.

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