Diario de León

TRIBUNA

Antruejos leoneses en la era digital

Publicado por
Juan Manuel Pérez Pérez Presidente del Comité Científico y Patrono de la Fundación Villaboa-Sierra
León

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E n plena era digital, en estos tiempos dominados por la omnipresente y todopoderosa economía del conocimiento, cuando empieza el coche autónomo a circular por nuestras autopistas, y los robots androides a sustituir la mano de obra; cual juguetes caprichosos de una utopía de ciencia ficción. Ahora que podemos llevar en nuestros pequeños móviles o en los finos tablets, en el bolsillo, más información de la que podría conservarse en la Biblioteca de Alejandría.

Cuando los primeros rayos del sol resquebrajan el gris gélido del invierno, los Jurrus y Castrones, los Guirrios, Zafarrones, Paparrachos, Birrias,Toros, Madamas, Zangarrones. Maranfallos y Zamarrancos; todos los príncipes del antruejo del Viejo Reino, se disponen, un año más, a salir de las sombras y celebrar sus ricos rituales, tradiciones ancestrales, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. ¡Bendita paradoja espacio-temporal¡, que al celebrar ritos atávicos en la era de las tecnologías cuánticas, nos permiten tejer un sutil hilo de Ariadna que nos guía en los oscuros pasadizos del laberinto de la vida, y que nos facilita descubrir los rasgos más esotéricos de nuestra «identidad», como un puente tendido entre Lucy (aquel homínido de género femenino, considerada « la abuela de la humanidad», aventurera y tierna, que hace 3.2 millones de años bajó de los árboles en la sabana africana, comenzando a caminar de pie) y el ciber-hombre.

Como habitantes de un mundo inmerso en «la modernidad líquida» (como diría Zygmunt Bauman), es decir sin raíces, sin anclajes ni vínculos permanentes; pero a la vez hijos de una nueva «ilustración digital», que siempre demanda información, razones y causas, necesitamos encontrar las explicaciones de esos mitos y rituales que conforman nuestros remotos antruejos. Abren las celebraciones carnavalescas, a finales de enero, Los Campaneiros, festejando el solsticio de invierno con su mascarada recorriendo las calles de La Cuesta, cubiertos de pieles y caretas con apariencia de animales, para revivir el ritual, seguramente, de remotas costumbres y prácticas del pastoreo. Le sigue, por San Blas, en Villamandos, la Orca de la Birria: una representación del castigo de la Birria a los danzantes. Pero no es menos sorprendente el Antruido de Riaño con el desfile de sus Zamarrones en la llamada Mojiganga, que concluirá con La Choza, una gran fogata. Ni podemos olvidarnos de los populares Guirrios, Madamas y Toros de Llamas de la Ribera y Velilla de la Reina, adornados con sus caretas, atuendos y crestas coloristas para perseguir y ‘saltar o raptar’ a las mozas casaderas, rememorando añejos rituales de fertilidad.

También acompañaremos en el Entroido del Bierzo al pelele de paja paseado en un burro para terminar ardiendo en la hoguera. Y asistiremos puntuales al enmascaramiento-ocultamiento de la Noche Bruja bañezana, o al entroido maragato en el que mozos y mozas se entruidan mutuamente con salvao y harina. Con razón describía el eminente maestro Caro Baroja estos tiempos de carnaval como «periodo pasional intenso».

Pero especial atención merece el antruejo de Alija del Infantado con sus Jurrus, Castrones, y Birrias, por sus reminiscencias de los mitos zoroástricos desarrollados en la Persia de hace más de 2.500 años, al representar de forma nítida el dualismo cósmico y moral, el radical e irreconciliable enfrentamiento entre «el bien y el mal». Las hordas de Jurrus y Catrones, provenientes de los mismos infiernos, como «diablos blancos», cubiertos con pieles y aterradoras máscaras de madera y crines de caballo, adornados con correajes de esquilas que cruzan el pecho y cinturones de cencerros con grandes bajados en la espalda; provistos, además, de una gran tenaza dentada, invadirán el pueblo bajo el estruendo de sus danzas, sembrando el terror, y «jurrando» a todos los habitantes, hasta conquistar las almenas del castillo de los Pimentel.

Quizá haya que retroceder milenios, a la protohistoria, e indagar en la cultura indo-europea, para rastrear el origen de estos ritos en las aún más antiguas hazañas y leyendas de guerra, caza o fertilidad de los pobladores del neolítico (época de asentamiento de comunidades agrícolas y ganaderas, hace entre 3000 y 5000 años). Seguramente los pueblos prerromanos, especialmente célticos (pueblos astures, galaicos, vacceos, vetones, o celtíberos provenientes de las grandes oleadas migratorias del este de Eurasia, hace 2600 años) los refundieron y los reformularon en sus celebraciones y liturgias, hasta que Roma con su civilización unificadora reorganizó los diversos estratos de tradiciones (también bajo influencia de mitos sumerios y egipcios de hace 5000 años) en sus celebraciones oficiales, que impuso en la metrópoli y en las provincias (como era la vieja Hispania).

El resultado de este proceso ecléctico y aglutinador fueron las Saturnalia, fiestas celebradas en Roma y sus Provincias en honor de Saturno, dios de la agricultura. Dichas festividades, que según Antonio Beltran se trasladaron de diciembre a febrero por ser este mes considerado un periodo de caos y de tránsito al nuevo año. Representaban (bien recordado por David Val Palao) la edad de oro de la humanidad (un mundo armónico marcado por la abundancia, y carente de jerarquías).

En cualquier caso, no debemos entender las tradiciones como moldes fijos, sino como corrientes de información que enriquecen nuestras conductas personales y sociales. Las tradiciones evolucionan, debiendo ser reinterpretadas a la luz de los tiempos, para adaptarlas a las formas, perfiles y valores del presente. Lo importante es mantener vivo el núcleo del mito.

Durante las celebraciones de este Antruejo de 2017 todos los asistentes tenemos la oportunidad de arrojar a la hoguera nuestros demonios más aterradores y feroces; podremos, por un «mágico» día, disfrazarnos de jueces para condenar los egoísmos, las injusticias, el desempleo, la insolidaridad, las guerras, las hambrunas, la miseria, y todos los males que ensombrecen nuestros días; lanzando a la red un tweet que recoja un antiguo verso saturnal cantado en coplas del viejo reino leonés: «Por sus muchas fechorías/ y porque ha hecho mucho mal/ a este grandísimo indino/ le vamos a ajusticiar».

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