Diario de León
Publicado por
el mirador Juan Carlos Viloria
León

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E fectivamente. El número 016 hacia el que las autoridades redirigen a las mujeres maltratadas para buscar consejo y atención no deja rastro visible en la cuenta del teléfono. Pero el asesinato de una mujer abre los telediarios, crea conmoción, provoca alarma, exterioriza dolor, despliega imágenes de amigos y familia conmocionados y del pueblo en silencio, doliente, ante el ayuntamiento. ¿Esa exposición del crimen actúa como efecto contagio? En estos días en que febrero se cierra con un repunte alarmante de muertes y mientras los legisladores preparan un pacto de estado para intentar dar con la tecla jurídico-legal que ataje esta lacra, se contraponen dos corrientes de opinión entre los profesionales. La que defiende que cuanta más publicidad se conceda a los crímenes machistas, mejor. Y la de quienes han detectado el «efecto contagio» como uno de los agentes más peligrosos a la hora de frenar la sangría. Lo cierto es que trece años después de la primera ley contra la violencia de género ha aumentado exponencialmente el número de denuncias por violencia en el hogar, hay más protección policial y social sobre el colectivo amenazado, pisos refugio, legislación para dar y tomar. Se levanta el velo del maltrato doméstico antes vergonzante y silencioso. Pero la violencia en su grado de máxima crueldad sigue irrefrenable. Pese a la carga legal producida en esto años, la infraestructura de apoyo, el reproche social, la modificación de los conceptos y el lenguaje, desgraciadamente todo recuerda a aquel goteo en la prensa sensacionalista del siglo pasado que siempre titulaba: «Crimen pasional». Y no es riguroso señalar a un colectivo por edad, por estrato social, por nivel educativo. Una de las últimas víctimas de la violencia de género tenía ¡91 años¡. No existe una pauta a la que aferrarse. Y se mata con todo tipo de armas: explosiones, incendios, atropellos, escopetas, cuchillos, el hueco de la escalera o el balcón. Cunde la sensación de impotencia. Es recurrente el diagnóstico que hace hincapié en la falta de educación en los valores de la igualdad y el respeto desde la escuela y en los medios de comunicación. Pero es que la realidad demuestra que los países que más recursos dedican a ese objetivo: Dinamarca, Finlandia o Suecia duplican las cifras de violencia de género que registra España. Esto no es como la siniestralidad vial. Aquí se mueven elementos inaprensibles de la mente humana: arrebatos, furias, delirios, locuras, ceguera, paroxismo. Las anunciadas entrevistas de la policía a doscientos asesinos de mujeres para «entender» sus mentes es un cambio de estrategia que puede ir la buena dirección.

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