Golpe en Cataluña
L os partidos soberanistas catalanes, tanto los raigambre democrática que integran Junts pel Sí (ERC y PDeCAT) como la CUP, han abandonado hace tiempo las convicciones democráticas más elementales y primarias para decaer en un populismo inconsistente que ignora que, en estos depurados regímenes occidentales, el fondo de las cuestiones tan importante como los procedimientos. El bloque independentista pretende llevar a cabo una reforma exprés del reglamento del Parlamento catalán que le permita tramitar por vía de urgencia y sin debate parlamentario —tramitación de lectura única— la ley de desconexión, un texto mantenido el secreto que sería dado a conocer a los parlamentarios en el momento de la votación, previo cambio súbito en el orden del día para introducir este punto en la sesión. En la actualidad, sólo el Gobierno puede utilizar este procedimiento, y lo que se pretendería es que un grupo parlamentario —Junts pel Sí— pudiera también hacerlo para que el parlamento fuera responsable de la medida. Además, tal vía de urgencia dificultaría la proscripción que sin duda dictaría el Tribunal Constitucional. De momento, la propuesta de la reforma del reglamento efectuada por Junts pel Sí a la Mesa de la Cámara, fue objetada por los servicios jurídicos del propio Parlamento, que, a requerimiento de la oposición, advirtieron que para reformar el reglamento se debe abrir una ponencia en la que participen todos los partidos. La propuesta quedó aceptada condicionalmente, a la espera de que Junts pel Sí cumpla los requisitos. Es imaginable que el Gobierno del Estado sigue todo este proceso con atención y resulta tranquilizadora la evidencia de que el Ejecutivo busca exquisita proporcionalidad entre las provocaciones que recibe y las respuestas que aplica. Es estimulante comprobar que los soberanistas van enfangándose progresivamente, de espaldas no sólo a la opinión pública catalana —que no disimula su indiferencia generalizada hacia este peligroso aventurerismo— sino también a la internacional, ya que el resto de los países de la UE ni siquiera se dan por enterados de la provocación urdida por unos políticos que, además de salir del carril democrático, están siendo puestos en evidencia por los tribunales, tras el gran saqueo nacionalista a las arcas públicas. En cualquier caso, ya no basta el silencio como respuesta ante unas actitudes desquiciadas que podrían desbordar los cauces pacíficos de nuestro marco institucional.