El show de Janusz Korwin
Cualquier día saldrá un tipo diciendo que hay razas superiores e inferiores, y que la esclavitud puede ser una cosa muy sana y hasta higiénica, y tendrá un micrófono delante y señores en sus casas que aplaudan de orejas para dentro, con mucho eco producido por la práctica ausencia de cerebro.
Confieso que, cuando escuché hablar a Janusz Korwin-Mikke, pensé que estaban reponiendo Muchachada Nui. Que el eurodiputado polaco y su pinta de villano dibujado por Hergé era un espontáneo colado en el parlamento con ánimo de liarla, que todo era una performance pensada para movilizar conciencias contra esas pestes negras llamadas desigualdad de género y sangre salpicando la moqueta de casa.
Pero no. El hombre no venía de Syldavia sino de Polonia, donde hay ciudadanos que exhiben una cerrilidad de proporciones igualmente fantásticas, y con sólo dos párrafos consiguió avergonzar a casi cuatro siglos: la larga marcha emprendida por la Humanidad desde la Ilustración debe ser, a su juicio, sólo un grotesco paseo de enanos de feria.
Vivimos instalados en un revival alucinante, y a veces parece que la mayor diferencia que uno puede encontrar con las décadas de los veinte y treinta del siglo XX es que ya no circulan tranvías por las calles. El cacique del país más poderoso del mundo, el nuevo Jerjes, promete un incremento histórico del presupuesto militar «para volver a ganar guerras» y afirma sin sonrojos que la prensa es «el enemigo del pueblo». En Europa rebrotan odios y recores que nunca encontraron antiséptico, hay quien decide hacer las maletas y guarecerse en su madriguera hasta que pase el invierno, los muros proliferan como plaga de langostas.
Vuelven los tiranos, esta vez con mechas en el pelo y cuenta de Twitter. Y morral de votos a la espalda como los vendimiados por aquel austriaco, artista frustrado, que provocó la mayor catástrofe humana conocida por el mundo.
Vuelven los fanáticos, los obtusos y los herméticos. Alguien se ha dejado abierta la leñera de la historia y de ella han salido duendes idiotas pero peligrosos como Korwin y compañía. Y delante, gente cansada y confusa, vapuleada y adormecida.
Pasa lo mismo que en las pelis de miedo. Son los payasos los que más miedo dan.