Pueblo de pesca
Como tal nos definía —aunque quizá estuviera refiriéndose a Santander, donde tenía casa—, Benito Pérez Galdós en 1888, año de publicación de su novela Miau. Uno de los significados de «pesca» para la Academia de la Lengua, ya en desuso, es el de malas costumbres, pero me inclino a pensar que el novelista va por derecho y se refiere a la riqueza piscícola. Dice: «A principios de 1868, desempeña Villaamil el cargo de Jefe Económico en una capital de provincia de tercera clase, ciudad arqueológica, de corto y no muy brillante vecindario, famosa por su catedral y por la ambulante cosecha de desportillados pucheros e informes pedruscos romanos que al primer azadonazo salían del terruño. En aquel pueblo de pesca pasó la familia Villaamil la temporada triunfal de su vida».
Si no estaba hablando de León y de sus truchas, la verdad es que lo parece: todo cuanto dice cabe aplicarlo a la ciudad que conocemos del XIX. Siglo y medio después de aquel retrato, vero o imaginado, no tengo por seguro que hoy se nos pudiese tildar como pueblo de pesca. Son tantas las agresiones y desgracias que han padecido y todavía sufren nuestros ríos que lo sorprendente, aun contando con que la mayoría de sus aguas son repobladas periódicamente, es que aún exista alguna vida en ellos. No existen depuradoras y las que existen no funcionan por falta de mantenimiento, se autoriza todo tipo de encauzamientos que destroza el lecho fluvial donde viven los invertebrados que son el alimento de las truchas, apenas es acosado el cormorán que se embucha todo pez que halla a su paso. El listado de agresiones sería interminable. De forma indirecta, el daño no es menor: las famosas plumas de gallo de León, conocidas en el mundo entero, quizá ya tienen los días contados pues apenas quedan criadores de estos gallos únicos capaces de sobrevivir al lento deterioro interminable de la pesca.
Varios planes piscatorios impulsados desde las instituciones han intentado —con poca fortuna— revertir la situación. Contamos, por ejemplo, con la ley de pesca más conservacionista del país. Sigue siendo poco, pues los ríos, que son la casa de los peces, amenazan ruina. El escritor Macedonio Fernández afirmaba que la cirugía es la demostración del fracaso de la medicina. Cirugía es lo que urge aplicar ya a nuestros ríos.