Diario de León
Ponferrada

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Svenson Mototanpa tiene 43 años y es un noruego de Olso que emigró a España hace algún tiempo. Más de un miércoles se le puede ver en las calles que rondan la Plaza de Abastos de Ponferrada subido a un pedestal, tiznada la cara de negro, no sé sí de pintura, de betún o de carbón, mientras gana unas monedas disfrazado de minero.

Svenson lleva un pico de plástico y una antorcha que siempre está encendida al paso de los transeúntes cargados con las bolsas de la compra o camino de los puestos callejeros donde se vende ropa barata y calzado a precios populares, productos de la huerta y algunos cachibaches, como en todos los mercados.

Svenson se está quieto. Muy quieto. Como si fuera una estatua. Uno de esos monumentos al minero que se levantan en Bembibre o en Fabero. No parpadea. No gesticula. No mueve una ceja. Porque Svenson, el inmigrante, es un artista del mimo y su arte ha crecido en la calle. Algunos se paran a fotografiarle y Svenson les guiña un ojo y se mueve un poco. Pero mucha gente pasa de largo, acostumbrada a que ya nada le sorprenda, ni siquiera una estatua viviente pintada de negro con un pico y una antorcha.

El personaje, sin embargo, tiene mucho éxito en las cuencas mineras, me reconoce el noruego cuando habla conmigo, sin bajarse del pedestal. Me dice que en su catálogo cuenta, además, con una figura salida de un cuento de terror, un Obélix gordinflón y «un payaso canalla».

Tintinea una moneda.

Estoy a punto de preguntarle al bueno de Svenson si el payaso canalla no le ha traído algún problema, después de la oleada de graciosos que se dedicó a asustar a la gente en el último Hallowen, cuando se oyen unas voces, aparecen unas mujeres con pelucas azules y moradas detrás de una pancarta. Y Svenson, el noruego disfrazado de minero inmóvil, se baja de su pedestal y deja que la multitudinaria manifestación que ayer recorrió el centro de Ponferrada en el Día de la Mujer pase a su lado sin robarle ningún protagonismo. Por respeto.

Cuando me reincorporo a la marcha, convencido de que he encontrado en Svenson el arranque de la crónica que tengo que escribir para este periódico, me doy cuenta de que ni siquiera le he dejado una moneda.

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