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León

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A ver si ahora resulta que los goles los marcó Puigdemont. Es lo que tiene el independentismo, la apropiación indebida. No hay más que ver el caso Palau. ¿Seis goles al París Saint- Germain? Bueno, más les marcaron los ingleses en Waterloo. Esto de los números está muy sobrevalorado. El seis siempre me ha parecido inodoro, incoloro e insípido. Un nueve en horas bajas. Siete, en cambio, es magnífico. Pero seis...bah. Aquí en León llamamos «seise» al papón responsable de cada paso, pero no es lo mismo. En fin, goleada fue, pero tampoco da para tal apoteosis culé. Los marca cualquiera, incluso en deportes que se juegan sin balón. Ahora bien, tampoco hay que ser madridista cerril y farfullar: «No me vuelvo a leer un Astérix». En cambio, que 120 comensales se vayan sin pagar de un restaurante es ya número mayor. Un misterio aún sin resolver. Habrá que preguntarle su parecer a Lorenzo Silva, quien hablará hoy viernes en la Casa Panero, en Astorga. Tuve ocasión de participar con él en una mesa redonda de temática cervantina, en la última edición de Getafe Negro. No sé si el caso del reciente ‘simpa’ en el restaurante berciano le daría para una novela de sus dos guardias civiles, pero desde aquí le pregunto si barrunta, como este columnista, que detrás hay algo más que desfachatez. Precisamente, una característica de la novela negra es que de mera gota de agua irrumpe un océano. A mí esto me huele a apuestas ilegales, a récords clandestinos. La imaginación es libre. Y gratis.

Por cierto, don Quijote fue el inventor de eso de irse sin pagar. Él no salía en chusca estampida, sino con parsimonia digna de un Amadís. Argumentaba que los caballeros andantes no habían de pagar lo consumido en las ventas. En la primera, coló. Pero en la de Juan Palomeque agarraron a Sancho y le dieron el célebre manteo, que aún ha de dolerle. En fin, uno si fuese hostelero quitaría el cartel de «Reservado el derecho de admisión», para poner otro en el que se leyese: «En esta casa tenemos mantas». Ah, el Siglo de Oro.

Si están en Astorga o cerca vayan a escuchar a Silva. Los escritores de novela negra son gente honrada. En caso de no ser invitados, cuando degustan cocido maragato lo pagan. Y además dejan propina.

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