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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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He dejado pasar los fastos necrológicos y demás parafernalia que suele dedicarse a los ausentes para escribir unas líneas a mi amigo Toño Alonso, un hombre consecuente y coherente que incorporó a la vida en general y a la política en particular un protocolo de decencia y saber estar, algo de lo más llamativo dada la apoteosis garrula en la que nos movemos. Ahora mismo, la rudeza, la grosería y una ignorancia abismal son entendidas como virtudes públicas, ahí tienen a Trump y compañía, pero no son cualidades que casaran con este chaval del Crucero, con el que siempre me unió una conectividad de afectos e intereses compartidos. Colegas de risas y de planes de futuro desde aquellos tiempos en que los españoles todavía gastaban bigote, solíamos quedar en el bar La Oficina para que Germán y luego su hijo Vicente nos agasajaran a base de cañas, vermuses y otros quitapenas de esos que reconfortan el ánima. Y hablábamos, tanto de lo divino como de lo humano, unidos por un lazo de afinidad.

Curiosamente, siempre quiso ser juez y, puesto que el trabajo siempre premia, se convirtió en un referente dentro del panorama judicial, llevando asuntos tan mediáticos como el levantamiento del cadáver de Rafi Escobedo, supuestamente suicidado en el penal de Santoña. Por motivos civilizadores y empujado por su amistad con Zapatero, se lanzó a la arena pública con la intención de aportar al carnaval político algunas dosis de madurez y sensatez, algo que se puede constatar repasando su cumplida hoja de servicios. Guiado por un espíritu de buena voluntad ocupó puestos del mayor relumbrón, confirmando su bien ganado prestigio al incluir en todas sus actuaciones ese punto de grandeza que siempre le caracterizó. Pero la fortuna jugó sus cartas para recompensarle con una de esas bofetadas que a veces te arrea la vida, en este caso en forma de enfermedad irreparable. El clamor popular exige que se imponga su nombre a una calle de ese barrio donde fuimos tan jóvenes y felices, algo sin duda sobradamente merecido por un hombre que supo forjarse un gran destino a su medida.