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León

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Sé que me arriesgo a que me reclamen la cuenta inabarcable de las noches en las que no me acordé de pagar la última —ni del resto de cosas que pasaron, aunque eso ya estará prescrito— pero tampoco me parece que haya que movilizar a los geos para encontrar a una banda por dos ‘simpa’ de nada. No son para tanto un bautizo con 120 comensales que desaparecieron con el niño bajo el brazo y una boda con 200 más —parece que muchos de ellos reincidentes— a los que la conga se les fue de las manos. Me parece incluso lógico que a uno de los presuntos cabecillas acabaran por dejarle esta semana en libertad, después de que explicara que era un invitado más y prometiera que paga su cubierto si hace falta. Pero resulta que hasta en los telediarios y en los medios internacionales hemos salido, cuando mira que tenemos precedentes de sobra para advertir de la costumbre asentada en esta provincia de dejar las cosas sin pagar.

Esto de ahora es una broma si nos acordamos de aquel simpa del rescate financiero que por aquí purgamos con Ceiss —el artista antes conocido como Caja España— y su fusión fría, todavía acrecentada por las tretas para librarse del pago de la integridad de las cláusulas suelo a los herederos de los ahorradores que la levantaron. Por no mencionar la cuenta de las ayudas mineras que quedaron sobre la mesa del Gobierno sin abonar porque no hacía falta carbón, a pesar de que en Laciana se tienen que sujetar a diario ante la burla de ver pasar los camiones con mineral importado para quemar en las térmicas. Qué vamos a decir de todos aquellos de la edad de oro del ladrillo leonés que se subieron a los aviones de Lagun Air sin desembolsar el precio de los billetes, que ya venía detrás el erario público para taponar los agujeros con subvenciones. Parece ahora muy lejano, pero aún hay entrampadas en los juzgados, como se vio hace días con Everest, las cuentas de quienes bajaron la trapa un día por la mañana y remitieron las cartas de los ex trabajadores al Fogasa para que cubriera una parte de las nóminas arrastradas. Por no comentar la manía de los empresarios, sobre todo hosteleros, que aseguran por 4 horas a sus empleados y el resto de la cotización lo apuntan en el techo. Eso sí que son unos ‘simpa’ como Dios manda, no estos aficionados.

Se resuelve fácil. Si se atreven, que lo hagan en La Bicha.