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Publicado por
Prisciliano Cordero del Castillo SOCIÓLOGO
León

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H oy, 13 de marzo, es el cuarto aniversario de la elección del papa Francisco. Cuatro años que han tenido un profundo impacto en la Iglesia. Es cierto que no ha cambiado la posición de la iglesia sobre el control de la natalidad, el celibato, las mujeres sacerdotes y otros muchos temas pendientes. Pero ha cambiado fundamentalmente la forma en que hoy vemos a la iglesia. En primer lugar, el papa ha inaugurado una nueva forma de evangelizar. Él nos recuerda que el primer mensaje del Evangelio trata sobre la compasión y misericordia de Dios, más que sobre dogmas y reglas que deben observarse. Él habla diariamente de la compasión y amor de Dios. Nuestra respuesta, dice, es mostrar compasión y amor a todos, especialmente a los pobres y marginados. Y no sólo habla de ello, sino que lo práctica con los refugiados, los sin techo y los enfermos. El papa Francisco se comunica de una manera que capta la atención de la gente con sus palabras y acciones. No se obsesiona con las normas y reglamentos. Está más interesado en la ortopraxis (cómo vivimos la fe) que en la ortodoxia (cómo entendemos la fe).

En segundo lugar, el papa está permitiendo la discusión abierta y el debate en la iglesia. No se escandaliza por los desacuerdos o disidencias. Sólo durante el Concilio Vaticano II fue posible tal debate. Durante los últimos dos papados, la disidencia fue rotundamente condenada y suprimida. Las teologías de Juan Pablo II y Benedicto XVI no podían ser cuestionadas. Muchos obispos con ideas contrarias fueron obligados a callar. Con el papa Francisco, los participantes en los sínodos son alentados por el papa a expresar sus opiniones libremente y no preocuparse de estar en desacuerdo con él. El resultado es un intercambio más libre de puntos de vista, los desacuerdos públicos, e incluso la crítica directa al papa por algunos cardenales conservadores. Todo esto nunca hubiera sido permitido bajo papas anteriores. En el pasado reciente, muchos sacerdotes y teólogos fueron silenciados. Hoy, ya no se dan casos de teólogos que estén siendo investigados y silenciados. Esto es muy importante para que la teología se desarrolle y trate temas contemporáneos de una manera que sea comprensible para la gente del siglo XXI.

Tercero, los cardenales Walter Brandmüller, (de Alemania), Raymond L. Burke, (de Estados Unidos), el arzobispo emérito Carlo Caffarra (de Boloña) y Joachim Meisner (de Colonia) y otros críticos del papa tienen razón al afirmar que Francisco, en el capítulo octavo de Amoris Laetitia, está presentando una nueva forma de pensar sobre cuestiones morales. Él está llevando a la Iglesia hacia una ética basada en el discernimiento y no en reglas. Los hechos, las circunstancias y las motivaciones son importantes en esta ética. Bajo este enfoque de la teología moral, es posible ver la santidad y la gracia en la vida de personas imperfectas. En lugar de ver el mundo dividido entre buenos y malos, todos somos vistos como pecadores heridos para quienes la iglesia es un hospital de campaña, donde la Eucaristía es alimento para los heridos en vez de una recompensa para los perfectos.

En cuarto lugar, el papa ha colocado cuestiones ambientales en un lugar central dentro de la Iglesia católica. Reconoce que el calentamiento global puede ser la cuestión moral más importante del siglo XXI. En su encíclica, Laudato Si , el papa nos dice que «Vivir nuestra vocación de protectores de la obra de Dios es esencial para una vida de virtud, no es un aspecto opcional o secundario de nuestra experiencia cristiana». Su encíclica fue recibida con entusiasmo por los ecologistas que en el pasado vieron a la iglesia como un enemigo debido a su posición sobre el control de la natalidad. Ahora la iglesia es un aliado porque los ecologistas están reconociendo que la religión es una de las pocas cosas que pueden motivar a la gente a hacer los sacrificios que se requieren para salvar al planeta. La encíclica del papa ha mostrado el camino.

Finalmente, el papa ha dado los primeros pasos para reformar las estructuras de gobierno de la iglesia. Es cierto que la reforma de la Curia Romana ha avanzado lentamente, pero está dando sus pasos. Las reformas financieras han comenzado por el banco del Vaticano y a través de otras entidades. Todavía hay mucho por hacer, pero algo se está haciendo. Más importante aún, es el cambio que quiere introducir en la cultura del clero, sustituyendo el clericalismo por una vocación de servicio. Quiere que los obispos y los sacerdotes se vean como siervos del pueblo de Dios, no como príncipes, y que de estos siervos sean elegidos los cardenales que un día elegirán a su sucesor que pueda dar continuidad a su obra.

A todos aquellos progresistas, que están decepcionados porque el papa no ha cambiado la posición de la Iglesia sobre el control de la natalidad, el celibato, las mujeres sacerdotes y el matrimonio homosexual, les invito a examinar todo lo que ha hecho de positivo. Creo que es una auténtica revolución. Celebremos estos primeros cuatro años del papa Francisco y demos gracias a Dios por este regalo.

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