Diario de León

TRIBUNA

Cerca de Dios y de los hermanos

Publicado por
José Sánchez González Rector del Seminario Conciliar de San Froilán - LEÓN
León

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D urante estos días de marzo los cristianos nos sentimos un poco más sensibilizados sobre el valor y la importancia de las vocaciones al ministerio sacerdotal. La campaña del Día del Seminario, celebrada en torno a la fiesta de san José, nos viene a recordar que Dios sigue llamando, que necesitamos pastores que acompañen y cuiden de nuestras comunidades, que la tarea de los curas sigue siendo válida y valiosa hoy, que todos los bautizados debemos implicarnos en la tarea de rezar por las vocaciones y de promoverlas a nivel práctico. También nos sirve esta jornada para echar una mirada a nuestros Seminarios. Es cierto que sus dependencias ya no están tan concurridas como antaño, que por sus claustros se circula hoy sin apreturas, que muchas de sus habitaciones llevan a oscuras demasiado tiempo. Pero siguen abiertos. Aunque a algunos les sorprenda, en ellos todavía vive gente: un pequeño grupo de seminaristas y formadores que se han sentido tocados por Dios y que movidos por esa experiencia comparten ilusiones, inquietudes, sueños de futuro y deseos de dar la vida por un ideal en el servicio a Dios y al prójimo.

Cada campaña del Día del Seminario tiene su lema. El de este año es: Cerca de Dios y de los hermanos . Es una manera de definir escuetamente algo que debe formar parte fundamental de la identidad de un buen sacerdote. El acento se pone en esa categoría humana que denominamos cercanía. Los hombres y mujeres de Dios han de mostrarse cercanos, porque Dios mismo se caracteriza por la cercanía. Así es el Dios en el que creemos los cristianos. No es un ser absolutamente inaccesible que nos vigila desde la frialdad de la distancia. Al contrario, se nos manifiesta como un Dios que entra en la historia, que acompaña a su pueblo, que se da a conocer y permite que nos relacionemos con Él. Un Dios que, al encarnarse, se ‘abaja’, asume nuestra condición humana y se hace uno de los nuestros. Un Dios que, movido por la misericordia, se hace presente allá donde el hombre sufre, tocando con sus manos las llagas sangrantes de la humanidad. Un Dios tan cercano que ha querido convertirnos en su morada hasta el punto de poder afirmar con san Agustín que es más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad. ¿Cómo sería posible que un sacerdote hiciera presente a este Dios en medio del mundo si no mostrase con su propia vida lo que significa este hacerse cercano? El pastor que no acompaña a las ovejas nunca puede ser un buen pastor, porque el rebaño no se cuida desde la distancia o por control remoto, sino pisando el terreno por el que el hato atraviesa. Jesús, Dios hecho hombre, acompaña hoy el caminar de su pueblo de muchas maneras, pero lo hace especialmente por medio de estos hombres. La ordenación sacerdotal no los separa ni los pone en un nivel superior al resto de los fieles cristianos, sino que los consagra para ser servidores de todos. La desconexión vital y espiritual del sacerdote con el resto de los fieles es, por ello, uno de los grandes peligros que pueden desvirtuar este ministerio. Volviendo a citar a san Agustín podemos rescatar uno de sus sermones en el que afirma: «Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros. La condición de obispo connota una obligación, la de cristiano un don; la primera comporta un peligro, la segunda una salvación.» (S. Agustín, Serm. 340). Ser para y con los demás es cuestión de cercanía. Y la cercanía debe nacer en el amor, porque el amor es fuerza que nos acerca al otro, que acorta distancias, que destruye muros y construye puentes. Es el amor el que provoca que salgamos de nosotros y mismos y nos encontremos.

Necesitamos sacerdotes que, viviendo en íntima comunión con Dios, se muestren cercanos, accesibles, dialogantes, acogedores, presentes en medio de la gente, sensibles a sus problemas, dispuestos a salir también a las periferias para encontrarse con los que están más lejos; sacerdotes que se sientan cristianos con otros cristianos y hermanos incluso de aquellos que no se identifican con la Iglesia, pero que siguen siendo compañeros de camino en este mundo que Dios nos ha dado… ¿Podemos tachar de «trasnochado» este modelo de hombre y de sacerdote? Ayer, hoy y siempre serán bienvenidas las personas que, desde la proximidad, sean «prójimos», nos den luz, siembren esperanza y transpiren humanidad. Esto es lo que hacen los sacerdotes. «Cerca de Dios y de los hermanos».

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