Diario de León
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PANORAMA DIEGO CARCEDO
León

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E l petróleo y la discordia están íntimamente ligados desde muy antiguo. La cantidad de guerras, golpes de Estado y conflictos generados en torno al oro negro es incalculable. Estos días lo estamos viviendo entre nosotros, bien es verdad que limitado a un rifirrafe verbal. Hace cuatro o cinco años la iniciativa de realizar prospecciones petrolíferas en las costas canarias originó una fuerte polémica durante meses.

Quizás muchas ya ni lo recuerden. Mientras algunos grupos, inspirados por el entonces ministro de Industria José Manuel Soria, soñaban con la riqueza que iba a crearse en cuanto saltasen los primeros chorros de crudo, el grueso de los ciudadanos, el Gobierno autonómico con su presidente a la cabeza, los cabildos, ayuntamientos, partidos políticos, medios de comunicación y organizaciones empresariales y civiles lo rechazaban. Para unos el petróleo sería la solución de la economía regional y para otros el final de la fuente de riqueza que el turismo les proporciona sin sobresaltos. Mientras unos rechazaban que la explotación del petróleo —que por cierto aún no había aparecido— perjudicaría al atractivo turístico, los ecologistas se rebelaban contra el daño que sufriría un medio ambiente. Sólo la noticia, acogida con alborozo por la mayoría, de que las prospecciones habían fracasado calmó el ambiente.

Seguramente Canarias fue el único lugar del mundo donde se festejó que el petróleo buscado no existiese. La admirable tranquilidad, que no implica pasividad ante los problemas y decisiones cotidianas, que se respira en el archipiélago quedó restablecida enseguida. Hasta estos días en que unas imprudentes y desafortunadas declaraciones de Antonio Brufau, el presidente de Repsol —quien no parece que sus cualidades diplomáticas estén al nivel de su capacidad gestora—, volvieron a calentar la polémica. Pero en esta ocasión ya no por el petróleo, en el que nadie piensa más que a la hora de repostar, sino por el agravio colectivo con que fueron interpretadas las palabras de Brufau recordando aquellos días. El presidente de Repsol, quien tal parece que no se olvidó todavía de la resistencia que encontró para sus prospecciones, dijo cosas tan fuertes para la sensibilidad local como que los canarios habían reaccionado como una sociedad tercermundista.

Una interpretación falsa porque precisamente las sociedades tercermundistas son las que mejor asumen la presencia de las explotaciones petrolíferas. Y en cualquier caso una expresión peyorativa e hiriente, además de falsa: la canaria es una sociedad con nivel cultural europeo, que tiene derecho a opinar y a expresarse en libertad, que fue lo que hizo, de manera respetuosa. Todos los partidos, incluido el nuevo líder del PP, Asier Antona, corporaciones e incluso personas que habían apoyado las prospecciones, están expresando su disgusto ante el agravio, evitando, eso sí, caer en la misma o similares impertinencias.

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