Diario de León

FRANCAMENTE

Los cerezos en la nieve

Publicado por
JUAN CARLOS FRANCO
León

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No tendría Gabás que haberse ido tan lejos —ni en el espacio ni en el tiempo— para ambientar su novela. Es cierto que siempre resulta más vendible un lugareño de Fernando Poo trabajando en el cacao, que nuestros vecinos cargados siempre de esa pesada losa que son nuestros complejos, jutnoa a manzanas, cerezas,... para hablar de las colonias. Porque al final, no nos engañemos (¡Al loro! como diría ese Laporta president), y a la espera de la enmienda que pueda llegar hoy con la visita de la consejera de Agricultura, tanto en nuestro pasado como en nuestro presente, es para lo que hemos quedado.

Hablar aquí de geotecnología o la huella genética de nuestros vinos, como se hizo la semana pasada en el Centro de Interpretación de la Vid y el Vino de Camponaraya, les sigue sonando a los nuestros al «que inventen ellos» del Unamuno más huraño. Lo nuestro sigue siendo lo de las máquinas de varal y el ‘rondú’. Lo de producir con el viento en contra, pues lo importante es no traicionar la tradición, aunque esta no nos haya llevado a ningún lado. De la innovación que se encarguen otros, que lo nuestro seguirá siendo lo de encomendarnos al Santísimo (aquí no le arriendo las ganancias a los agricultores de Cacabelos, una vez que el municipio se ha declarado laico y aconfesional) para que nos salvaguarden de las inclemencias y nos garanticen buenas cosechas.

Y cuando nieve en marzo, con los cerezos en flor, pues, a otra cosa. Y al final, ¿no se ha dicho siempre que año de nieves, año de bienes?. Pues eso.

¿Esa divina providencia no ha sido la que nos ha puesto un Stac en nuestro camino? —como en su día nos pusieron en el tablero de juego a un Julio Lazúrtegui— Pues si así vamos tirando, ¿para qué cambiar? ¿Para qué revelarnos cuando en Valladolid aprueban una moción del Ayuntamiento para pedir a la Junta la llegada de Tesla —y encima el consejero Carriedo les hace caso—, mientras que por aquí seguimos tomándonoslo la propuesta a chirigota, pese a que a alguien se le ocurriera con muchísima antelación? Así que está de más la visita de la consejera Marcos, que de los milagros ya nos vamos encargando solitos. Para seguir siendo enclave colonial, no hace falta más. ¡Que inventen otros! —y que el último apague la luz—.

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