El rodillo de Susana
S e quedaron cortas las previsiones en la cantidad y la calidad de la presentación de Susana Díaz en Madrid como pretendiente a la secretaría general del PSOE. Siete mil militantes socialistas siguieron el acto en directo y dos mil más en pabellón adyacente del recinto ferial de Ifema.
En la masiva concentración hubo militantes de muy distinto grado de presencia en los escalafones orgánicos e institucionales. Desde militantes de base hasta alcaldes, barones regionales y figuras históricas del partido, algunas políticamente enfrentadas antaño y reunidas hogaño en torno a la presidenta andaluza.
Todo el mundo habla del «rodillo» de Susana. Por eso sorprende la primera reacción de Pedro Sánchez ante el potente lanzamiento de su principal competidora en las elecciones primarias de mayo. Un tanto instintivamente, el ex líder socialista, al ser preguntado por el acto de presentación de Díaz, dijo que «el cambio llegará desde abajo».
Enésima apelación a la fuerza de los militantes de base, como factor determinante en el desenlace. Parece querer desacreditar a la candidata por apoyarse solo en los aparatos y elites del partido, no en la militancia. Afirmación aventurada donde las haya, si pretende insinuar que entre las 9.000 personas que acudieron a escuchar a Susana Díaz no había militantes de base ¿Acaso se trata de poner en valor que su candidatura —la de Sánchez, se entiende— ande escasa de nuevas y viejas figuras del socialismo español.
«Voy a pedir el voto de quienes no estén en el rencor», dijo Díaz en su apasionada apuesta por un PSOE «de hoy y de siempre» ante socialistas de toda graduación orgánica e institucional. Sin embargo, Sánchez solo ve «aparato» y cuadros dirigentes en torno a ella. Se equivoca.
Por lo demás, en el discurso de la presidenta de la Junta de Andalucía, cargo que compatibilizará con la secretaría general del PSOE si se alza con la victoria, se hilvanaron sus ya aireadas ideas sobre un PSOE «útil, reconocible, desacomplejado y ganador» que quiere poner al servicio de España y los españoles, en nombre de la «única izquierda realmente transformadora. La que se reconoce en el BOE (Boletín Oficial del Estado) y no en las pancartas.
Esta alusión al populismo de Podemos fue una de las claves de su discurso, con mensajes ambivalentes hacia el partido de Iglesias y la candidatura socialista de Sánchez. Sin mencionarlos, claro. Digamos que fue un ataque preventivo frente a una eventual confluencia política de ambos.
«Una cosa es pactar y otra, entregar el PSOE a otro partido o imitar su modelo», dijo, advirtiendo de que el PSOE jamás se mimetizará con el populismo que «crea división entre los ciudadanos, los países y las civilizaciones».