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TRIBUNA

Siempre ocurre igual. Todos ganan. Nadie pierde

Publicado por
JOSE MARÍA PRIETO SERRA ESCRITOR Y EXPERTO EN MÁRKETING Y COMUNICACIÓN
León

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E stamos en una época donde los medios de comunicación parece que pasan un examen ante unos jueces inexorables que se encargan de decir quien va mejor y quien peor, desde el punto de vista de las temibles audiencias. Y eso ocurre cuatro veces al año, coincidiendo, mas o menos, con cada estación meteorológica. Se trata del Estudio General de Medios. El famoso EGM

Generalmente los protagonistas, los que se ‘examinan’, suelen decir que a ellos no les importa los resultados. Mienten. Es como si un corredor de 100 mts. libres, confesase que el tiempo que consigue en correrlos no le importase. Mentiría.

Y esta presión la reciben, ya digo, todos los medios, aunque las grandes manchetas siempre están en boca de todos y se notan más sus vaivenes. Nada que ver las audiencias y su influencia en un diario como El Mundo , por ejemplo, con una publicación titulada Flores y Abejas, por ejemplo, con todo mi respeto a ambas publicaciones. Pero es fácil deducir que la influencia de El Mundo tiene mucho más peso que la del simpático Flores y Abejas. Eso lo entendería un niño. Pues los mayores a los que me refiero, no lo entienden.

Y una vez dicho esto, que se entiende bastante bien, ¿qué ocurre? Que todos quieren ganar. Y entonces ¿qué ocurre? Que van y lo dicen. Y entonces ¿qué ocurre? Que esas mediciones de audiencias resultan que dicen que todos ganan. Pues no es así. Las mediciones no mienten. No serán super científicas pero no mienten. Marcan tendencias. Quienes mienten son los medios, o mejor dicho, sus portavoces cuando dicen que el medio a que pertenecen, es el ganador de esa especie de competición de ver quien llega más y mejor a sus lectores, oyentes, o tele espectadores.

Estamos, están, tan obsesionados por la audiencia, me refiero a conseguir audiencia a cualquier precio que, por eso se ve lo que se ve, se escucha lo que se escucha y se lee lo que se lee. Ya no importa la calidad, ¡que pena!, importa hasta quitar el sueño, la cantidad. Estamos en le época de «cuanto más, mejor» Yo tengo más lectores, más tele espectadores, más oyentes. Y eso es lo importante. Cómo sea esa audiencia no importa. Pero eso tiene una contrapartida, el producto ofrecido a la audiencia suele resultar de mala calidad, barato, en el sentido peyorativo del término.

Y después algo importante. Como ocurre en casi todo, dentro del mundo de la comunicación, esto no lo hemos inventado nosotros. Esto lo han inventado ellos, los americanos. ¿qué era la prensa amarilla? o ¿qué es la prensa amarilla? Exactamente eso. Mucha cantidad, mucho grito, mucho escándalo y, desde luego mucha audiencia. Mala pero mucha.

A menudo me pregunto, por qué no copiamos lo bueno. Cuesta lo mismo pero siempre será mejor.

¿Es eso lo que queremos? Se ha dicho una y mil veces y se seguirá diciendo que el mayor patrimonio que tiene el periodista, la persona que escribe para dar una información o para contar una historia es la credibilidad que atesore y que es capaz de transmitir a sus lectores u oyentes.

¿Quién, de verdad, tiene más prestigio; el profesional honesto que maneja la veracidad, la educación y la forma tranquila de hacer llegar sus noticias o comentarios, o el cantamañanas chillón que pretende llamar la atención por su ruido o por su falta de educación? Parece obvio, ¿verdad? Pues así es.

Conviene reflexionar. Es bueno. Nuestro país, afortunadamente, ya está totalmente incorporado a la actualidad de los tiempos que vivimos. Es un país moderno que no debe dejarse seducir por lo chabacano, lo populachero y por el mal gusto. Debemos mantener nuestros principios que esos nos van a llevar, aunque tardemos un poco más, a conseguir las metas que merecen la pena.

Tengo la fortuna de escribir en un medio que es ejemplo de lo que digo. Huye del sensacionalismo y el ruido malsonante. Se agarra a la verdad y la cuenta tal como es. Así debe ser y así es como se mantienen los medios de comunicación que, además, hacen crecer su prestigio que, al final es lo que la gente valora.

Decir que siempre somos los mejores y decirlo mientras los demás también incurren en esa falta de modestia, no es el camino. Lo sabemos todos. Ellos no. Ellos siempre ganan. Nunca pierden.

¿Saben por qué? mienten.